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Al llegar aquí, hizo don Bosco ademán como para
retirarse, pero se levantó por todas partes una
voz:
-íBendíganos, bendíganos!
Don Bosco añadió:
-Sí, os bendigo de todo corazón, y bendigo a
vuestras familias, a vuestros campos para que Dios
tenga lejos toda desgracia y que podáis estar
realmente contentos. Rezad también vosotros por mí
y por mis muchachos, para que un dichoso día
podamos formar una sola familia en el paraíso.
Entonces muchos se apretujaron a su alrededor
para besarle la mano.
Hacia el mediodía, concluida la misa solemne,
se oyó a los muchachos del Oratorio que vitoreaban
a don Víctor Alasonatti. El buen Prefecto,
((**It7.766**)) aunque
delicado, había venido de Turín para comunicar
cosas de importancia a don Bosco y se encerró con
él en la habitación unos instantes. Después
regresó rápidamente.
A los primeros toques de las campanas para
vísperas, la iglesia se llenó al completo, hasta
en los rincones más escondidos. Predicaba don
Bosco. Habló como inspirado sobre la eficacia de
la protección de la Virgen y narró muchos
ejemplos, que produjeron un gran bien en el
auditorio.
-Sólo los santos, decían, pueden predicar así.
Al salir de la iglesia todo el pueblo siguió a
la banda de música, que fue a tocar en la plaza;
se elevaron varios globos aerostáticos y se iban
iluminando las casas. Hubo también una corta y
bonita representación teatral; pero la gente se
retiró pronto, porque en todos los hogares reinaba
la piadosa costumbre de rezar cada noche el santo
rosario.
Don Bosco escribía a la marquesa Fassati
señalando el día en que se hallaría en Turín, pero
la insistencia de los amigos le obligó a cambiar
su itinerario.
Benemérita Señora Marquesa:
Estoy de excursión con mis muchachos; hasta el
14 de este mes no regresaré a Turín. Aunque el
comienzo de nuestras clases sea más tarde, me temo
que en Mongré se abran antes y que a mi llegada no
me encuentre ya a nuestro querido Manuel. Si esto
fuese así y bastase llegar a Turín unos días
antes, ruégole me avise con una sola palabra e iré
enseguida ahí.
Mi paradero será el Seminario de Acqui, adonde
iré pasado mañana con toda mi brigada. Había
previsto hacerle una visita en Montemagno, pero
los alborotos acaecidos en la Capital me obligaron
a no moverme por entonces.
Me encuentro en Mornese, diócesis de Acqui,
donde contemplo a un pueblo
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