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antiguas, entre las que se contaba María
Mazzarello, destinada por el Señor a ser la
primera Madre General de las Hijas de María
Auxiliadora. Don Domingo Pestarino había
conseguido, tras cálidas instancias, que fuese don
Bosco a su pueblo, especialmente para bendecir
aquella Congregación de doncellas; y ahora le
rogaba encarecidamente que las adoptase como su
familia espiritual. Don Bosco aceptó. Veía el buen
espíritu, la piedad y la mutua caridad que reinaba
en ellas y el gran bien que realizaban con las
niñas de Mornese; y las bendijo.
Aquella mañana recibió don Bosco la
inapreciable visita de don Raimundo Olivieri,
arcipreste de Lerma, pueblo próximo, el cual, tan
pronto como terminó sus funciones en la parroquia,
salió para ir a saludarle. Una antigua amistad
unía a estos dos santos varones, y, a ruegos del
Arcipreste, don Bosco consintió en modificar su
itinerario e ir el lunes a Lerma con toda la
comitiva.
Don Domingo Pestarino había preparado la mesa a
don Bosco ((**It7.761**))
invitando a sus amigos, y el maestro del pueblo,
Francisco Bodrato, hombre sobre los cuarenta años,
se había encargado de organizar lo necesario para
toda la comitiva del Oratorio. Durante la comida
se mantuvo en pie detrás del asiento de don Bosco
para atender al servicio. El, conocedor de la
juventud, había admirado el porte familiar y
afectuoso de los alumnos con su superior, a la
menor indicación del cual, guardaban respeto y
obediencia, no sólo los estudiantes, sino también
los aprendices. Observaba también la afabilidad de
don Bosco con ellos y no pudo por menos de
reconocer la poderosa atracción de la caridad, y
lo mucho que había que aprender de aquel sistema
educativo.
A este fin pidió a don Bosco una entrevista
particular y la obtuvo al momento. Preguntóle qué
secreto tenía para dominar de aquel modo a tantos
jóvenes, por naturaleza rebeldes a una disciplina.
Don Bosco le respondió:
-Religión y razón son los dos resortes de todo
mi sistema educativo. El educador debe ciertamente
persuadirse de que todos o casi todos estos
queridos muchachos tienen una natural inteligencia
para conocer el bien que se les hace personalmente
y al mismo tiempo están dotados de un corazón
sensible, fácilmente abierto al reconocimiento.
Cuando se haya obtenido, con la ayuda del Señor,
hacer penetrar en sus almas los principales
misterios de nuestra santa Religión, que, todo
amor, nos recuerda el inmenso amor que Dios ha
tenido con el hombre; cuando se llegue a hacer
vibrar en su corazón la cuerda de la gratitud, que
se le debe en correspondencia a los
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