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-Gracias, don Bosco, por su visita; con ella ha
proporcionado un gran bien a papá; ya ha visto
cómo no sabía separarse de usted. Damos, pues, a
usted las gracias y nos despedimos hasta volver a
verle.
Ya se alejaba don Bosco con todos los suyos,
cuando se vio al marqués Ignacio, que trataba de
alcanzarle a toda prisa. Don Bosco lo esperó y
fueron juntos hasta la estación. El Marqués le
habló en confianza, puso generosamente en su mano
una limosna y no regresó a casa hasta que no se
cerraron las portezuelas del tren. En Génova
entraron, previo permiso del Alcalde, al son de la
banda. Don Bosco la seguía con sus sacerdotes y
clérigos y su nombre hacía que resultara simpático
a todos los ciudadanos aquel batallón de
muchachos.
Aquella misma tarde fue don Bosco a despedirse
y dar gracias al Arzobispo, quien le aseguró de
corazón que estaba satisfecho de su viaje y que
esperaba volver a verle con sus muchachos en otras
ocasiones. Ya en el Seminario, pidió al ecónomo la
cuenta, pues quería pagar al Seminario todo cuanto
había gastado con sus alumnos. El ecónomo,
sonriendo, le presentó la factura firmada ya, con
el recibí. Fue un gesto de gran bondad de Su
Excelencia.
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