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quien ya estamos de acuerdo) manifestando su
confianza en mí, el deseo de que haga todo lo que
pueda en su favor...
De otros asuntos, no hay nada nuevo por el
momento.
EMILIANO MANACORDA
Así, pues, hasta desde Roma empezaban a llegar
a don Bosco donativos para su nueva iglesia; y él
los recibía con humilde reconocimiento y
oportunamente sabía pagar con creces a sus
bienhechores con bienes de todo género,
espirituales y materiales, en nombre de la Virgen.
No resulta fácil describir cómo les quería; la
bondad de su corazón agradecido era una de las
razones por la que muchísimos eran generosos con
él. El tomaba por suyos sus intereses, sus
alegrías y sus penas. A uno, perteneciente a
nobilísima familia, le escribía:
Amadísimo y Benemérito Señor Conde:
En cuanto he recibido, por medio del reverendo
Tortone, la noticia de que vuestra muy apreciada y
benemérita Señoría deseaba un maestro para sus
hijos, a quienes tanto quiero, he pensado en un
sacerdote que me parece posee los títulos y dotes
necesarias. Pero actualmente se encuentra fuera de
Turín y no puedo hablarle hasta mitad de octubre,
por lo que, hasta aquella fecha, no me es posible
darle una contestación definitiva.
Le escribo esto para su norma y para no dejarle
en la incertidumbre.
Son ya varias las veces, señor Conde
queridísimo, que he participado en las cosas que
de algún modo turban los asuntos de su familia, y
siempre he rogado al Señor para que le ayudase y
guiase, conforme a su mayor gloria. Usted, por
consiguiente, no se inquiete, tenga paciencia.
Nuestro paraíso no está aquí, ni los bienes
fugaces de la tierra pueden hacernos felices. Sé
que usted dice en su interior: -No podré hacer la
beneficencia de antaño.
((**It7.748**)) -Es
cierto, pero el Señor pagará igualmente su buena
voluntad.
Dios, rico en misericordia, derrame copiosas
bendiciones sobre usted, sobre la señora Condesa
su esposa, sobre su creciente prole y les haga a
todos ricos del santo amor de Dios.
Me encomiendo a mí y a mis muchachos a la
caridad de sus santas oraciones, y contento de
servirle en cuanto pueda, me profeso con todo mi
aprecio.
De V. S. Carísima.
Turín, 28 de septiembre de 1864
Su
afectísímo y seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.
Carísimo Señor Conde:
He hablado con el sacerdote en quien pensaba
para la enseñanza de sus amados hijitos. Habría
esperanza de solucionarlo; solamente que no sabe
griego. Si esta dificultad no fuere exclusiva, lo
pondré en relación con su muy apreciada Señoría,
para que puedan verse y hablar.
Dios le bendiga, Señor Conde, le conceda salud,
gracia y paciencia. Per ardua
(**Es7.636**))
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