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de la rebelión, empujaban al pueblo a alborotar.
Por Turín se repartía un grandísimo número de
cartas amenazadoras con el epígrafe: Viva
Garibaldi, muera Víctor Manuel, viva la República.
Cerca de seis mil personas se reunieron el 20 de
septiembre con banderas en la plaza del Castillo
gritando: Abajo el Ministerio, abajo la convención
francesa, viva Garibaldi y se dirigieron a la
plaza de San Carlos haciendo una demostración
hostil ante la tipografía de la Gaceta de Turín,
diario ministerial que había aplaudido la
Convención. Pero todo acabó en gritos y silbidos
ensordecedores.
El 21, a eso de las dos de la tarde, una
multitud portadora de banderas, salió de Puerta
Nueva y se dirigió a los pórticos de San Carlos,
silbando y vociferando contra la Gaceta de Turín.
En la plaza se agolpaban millares de personas. De
repente, sin provocación alguna, apareció por
todas partes la policía de orden público con los
sables desenvainados, ((**It7.737**))
golpeando a diestro y siniestro. Algunos heridos
murieron. La multitud se dispersó atemorizada,
pero poco más tarde volvió mucho más numerosa y
más furibunda; atacó la Comisaría General de
policía, situada en la misma plaza, junto a la
iglesia de Santa Cristina, y descargó sobre la
puerta una tremenda pedrea. Los guardias no se
arriesgaron a salir.
Entre tanto, en la plaza del Castillo un
escuadrón de guardias impedía una manifestación
pacífica y legal, que había sido convocada el día
anterior. El gentío avanzaba y, como no sabía por
qué le cerraban el paso, gritaba, protestaba y
alguno quizá profirió amenazas. De repente los
guardias dispararon y resultaron diez ciudadanos
muertos y varios heridos.
Hacia las ocho el tropel de gente arremetía de
nuevo contra los talleres de la Gaceta con una
espantosa granizada de guijarros, originando un
destrozo considerable en la tipografía.
Saquearon varias armerías, se cerraron todas
las tiendas, la población consternada, triste y
silenciosa, llenaba las calles. Llamados por el
Ministerio, llegaban desde el campo de San
Mauricio veintiocho mil hombres con más de cien
cañones y ocupaban la ciudad. Las mechas estaban
encendidas: sobre el monte de los Capuchinos, que
domina Turín, se apostaron gruesas piezas de
artillería. Los Ministros querían dominar la
situación y estaban dispuestos a bombardear la
ciudad y ahogar en sangre toda resistencia.
Aquella noche del 21 de septiembre, quiso don
Bosco que todos los muchachos, reunidos bajo los
pórticos, rezasen antes de retirarse a dormir, por
la ciudad de Turín, por sus habitantes, y por los
bienhechores,
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