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Habiendo acudido a don Bosco para recibir su
bendición, el siervo de Dios le dijo:
-Querido Morielli, trata sólo de no olvidarte
del paraíso y, por lo demás, paciencia.
Las últimas palabras del buen clérigo a don
Bosco fueron:
-Diga a mis compañeros que les espero en el
paraíso.
Ya siete jóvenes habían sido llamados por Dios
a la eternidad durante aquel año, y aún veremos a
algún otro que les siguió al cabo de poco tiempo.
En ciertos años el número de muchachos del
Oratorio, que Dios llamaba a la eternidad, era
bastante considerable, si bien no había
desproporción entre las estadísticas públicas de
difuntos y la de los internos o residentes en
Valdocco. Pero don Bosco, sus sacerdotes, nosotros
mismos, salvo poquísimas excepciones, hemos
comprobado que la mayor parte de los llamados a la
eternidad, eran causa de gran consuelo. Se podía
afirmar con las palabras de la Sabiduría, en el
capítulo IV:
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