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mañana temprano hasta avanzada la noche, y ya
tardísimo, los confesonarios estaban asediados.
Don Miguel Rúa, y especialmente don Juan Cagliero,
recuerdan aún el cansancio de aquellos días.
Por los pueblos vecinos se comentaban las
profecías y reían. En el, pueblo de Grana, para
festejar la contradicción que el tiempo daría al
sacerdote, prepararon un gran baile. Durante los
tres días permaneció el cielo abrasador.
((**It7.726**)) Don
Bosco seguía predicando y, al ir y venir de la
iglesia, los aldeanos le preguntaban:
-Y la lluvia?
-Quitad el pecado, respondía don Bosco.
El día de la Asunción, que aquel año caía en
lunes, hubo una comunión general tan numerosa,
como hacía tiempo no se había visto. Aquella
mañana apareció el cielo más sereno que nunca. Y
don Bosco se sentó a comer con el marqués Fassati,
pero antes de que los convidados hubieran
concluido, se levantó y se retiró a su habitación.
Sufría cierta angustia porque su predicción había
producido demasiado rumor. El viento traía a sus
oídos el sonido lejano de los instrumentos del
baile público de Grana. Algunos liberales del
mismo Montemagno habían organizado una
demostración hostil contra él.
Tocaron las campanas a Vísperas y comenzó el
canto de los salmos en la iglesia. Don Bosco,
apoyado en la ventana, interpelaba al cielo que
parecía inconmovible. Reinaba un calor sofocante.
Reflexionaba qué diría desde el púlpito, si la
Virgen no otorgaba la gracia.
<>-Esta vez, don Bosco, fracasa. Ha prometido
la lluvia, pero todo menos eso.
>>Entonces don Bosco llamó al sacristán:
>>-Juan, le dijo; vaya detrás del Castillo del
barón Garofoli, observe cómo se pone el tiempo y
si hay algún indicio de lluvia.
>>Fue el sacristán, volvió, y dijo a don Bosco:
>>-Terso como un espejo; apenas si se ve una
nubecilla, como la suela de una zapatilla, hacia
Biella.
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