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((**Es7.612**) <>. Repetía ciertamente las palabras proferidas por don Bosco en el momento de la sagrada ceremonia. Aquí hacemos una digresión, advirtiendo cómo don Bosco se interesaba por las Religiosas del Refugio, y además por otras hermanas que se dedicaban a la salvación y educación de la juventud femenina. Don Bosco había dispuesto que uno de sus sacerdotes fuese a celebrar diariamente la santa misa en el Instituto de San Pedro, donde por entonces eran internadas las pobres muchachas recién salidas de la cárcel. Esta obra, fundada por don Pedro Merla, a quien habíamos visto atender a los muchachos del Oratorio en 1846, tenía como Director al ((**It7.719**)) teólogo Vola. Prestaban su ayuda algunas Hermanas de San Vicente del Cottolengo. Del mismo modo atendía a las religiosas del Buen Pastor, privadas de Capellán por una detestable deliberación de la Comisión de la Obra Pía; las proveía diariamente de la santa misa; de dos misas los domingos y de confesor para las muchachas allí internadas o encerradas y vigiladas; y también de clérigos para el servicio de las funciones religiosas. Y ahora volvamos a los muchachos. Además de las cartas de los de fuera de casa, don Bosco recibía las de muchos de sus alumnos, que estaban de vacaciones en aquel mes, a las que no dejaba de responder. En ellas preguntaban, pedían consejo, describían cómo pasaban sus días y le hacían encomiendas en nombre del párroco, de los padres, de los bienhechores y de otras personas que querían ser recomendadas al siervo de Dios. En una de ellas se lee: <>. Un joven escribe: <(**Es7.612**))
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