((**Es7.594**)
Entonces el médico quería responder, pero no
sabía.
-Digan ustedes algo, dije a los acompañantes.
Pero ninguno hablaba.
-Digan al menos lo que les parece más exacto.
Y continué:
-Fue primero el huevo o la gallina?
En aquel momento montó él en cólera y en el
arrebato dijo:
-Al diablo con el huevo y la gallina; no sé qué
responder.
Entonces todos se pusieron a reír y a aplaudir.
Después, uno de ellos empezó a hablar:
-Yo pondría el huevo y la gallina en mejores
manos que las del diablo. Daría la gallina y el
huevo a un buen cocinero para freírlos y servirnos
una buena merienda después de esta lluvia. Usted,
señor Doctor, vaya del huevo a la gallina cuanto
quiera, pero deberá concluir que hay un Dios que
ha creado el huevo o la gallina, de la cual vino
después el huevo. Por tanto, vamos de padre a
hijo, pero debemos concluir con un hombre creado
por Dios, esto es con Adán, que es el primer
hombre del mundo.
Aquí acabaron las discusiones; ellos me
pidieron mi nombre y yo les pedí el suyo; y a
continuación hablamos sobre el Oratorio, hasta
llegar a Lanzo.
Contaba con pasar la noche allí, pero el
teólogo Bertagna y el maestro de obras Felice
habían determinado proseguir el camino, y como
había disminuido la lluvia, me uní a ellos camino
de San Ignacio. Eran las ocho cuando empezamos a
subir la elevada montaña. Al poco rato oscureció
el cielo y se hizo de noche, perdimos la senda y
nos encontramos entre rocas y peñascos. Mientras
estábamos pensando qué camino tomar, he aquí que
se disiparon las nubes y apareció la luna que nos
marcaba nuestra dirección. Entonces emprendimos el
camino y entre cantos y montones de piedras
llegamos a la cumbre. Nada nos intimidó, salvo
cuando Felice se extravió y no volvimos a verle
hasta llegar a la cumbre. Estábamos cansados y
molidos; eran las diez. Mas cuál fue nuestra
sorpresa cuando llegamos al Santuario y no nos
encontramos ni una alma para que nos abriera. A
fuerza de llamar, de golpear y hasta de romper, al
fin nos vinieron a abrir y nos prepararon una
buena cena que, teniendo en cuenta nuestro voraz
apetito, resultó estupenda. Después nos agarró el
sueño y como era medianoche, nos fuimos a
descansar.
Buenas noches también para vosotros.
Mañana espero escribir cosas más importantes.
Rogad por mí, queridos amigos, que yo rezo también
por vosotros. La Santísima Virgen nos conserve a
todos suyos y siempre suyos. Haced una comunión
espiritual o sacramental según mi intención. Amén.
San Ignacio, 22 de julio, 1864.
Vuestro
afectísimo en el Señor
JUAN BOSCO,
Pbro.
((**It7.703**)) No
debió escribir don Bosco la segunda carta
prometida, pues no hay rastro de ella en ningún
documento. Quizá el sagrado ministerio le tuvo
ocupado todos aquellos días. El presbítero Arró
hizo que los aprendices fueran al recibidor de los
estudiantes y leyó a todos juntos lo que había
escrito don Bosco.
Hay que advertir que, hacía ya algún año que
las dos secciones
(**Es7.594**))
<Anterior: 7. 593><Siguiente: 7. 595>