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dicho una cosa y el Superior le hubiese ordenado
lo contrario, habría seguido sin vacilar el
mandato del Superior.
Porque, añadía, la obediencia al Superior está
mandada por Dios en las Santas Escrituras y por
tanto no puede haber engaño.
Se lee en la vida de san Luis que no faltó
jamás a la más pequeña regla del colegio donde se
encontraba; y decía él mismo que nunca había
desobedecido la más minima disposición o mandato
del Superior. Quién sabe si nosotros podríamos
decir lo mismo? La razón por la que no se practica
rigurosamente la obediencia es porque no se conoce
el gran valor de esta virtud. Escuchad el ejemplo
de san Dositeo.
Era éste un joven noble y delicado: había
llegado a sentir un gran temor de la estrecha
cuenta que Dios le pediría al final de su vida, e
ingresó en religión para prepararse al gran
juicio. Tenía una débil complexión y no podía
seguir la vida común: no podía levantarse a media
noche para rezar maitines con los demás, ni comer
los alimentos que los otros tomaban. Mas ya que no
podía observar aquellas reglas, hizo cuentas
consigo mismo y resolvió entregarse por completo a
la obediencia y, con la mayor prontitud y
diligencia, a los oficios más humildes del
monasterio que le ((**It7.695**))
confiara el Superior. Transcurridos cinco años
murió, y el Señor reveló al Abad, que Dositeo
había conseguido un premio igual al de san Antonio
y san Pablo ermitaño. El Abad declaró la
revelación a los monjes, los cuales, poco
persuadidos de ello, andaban diciendo:
-Es posible que un hombre que jamás ha ayunado,
crecido en medio de comodidades y delicadezas,
tenga en el Paraiso el mismo trato que los que
durante cincuenta, sesenta y más años soportan el
peso de las asperezas, penitencias, privaciones,
fatigas de la vida religiosa? Qué más hemos ganado
entonces nosotros, después de cansarnos tanto y
haber hecho tantas cosas, mientras Dositeo se
pasaba los días tranquilos en la hospedería?
Y el Señor, por medio del Abad, les contestó:
-Vosotros no conocéis el mérito y el valor de
la verdadera obediencia. Por esta virtud, Dositeo
ganó en poco tiempo más que otros con largos
sacrificios y fatigas.
Su obediencia era de cumplimiento, de voluntad
y de juicio. De cumplimiento pronto, alegre,
puntual; de voluntad, no queriendo más que lo que
quiere el Superior; de juicio, haciendo propio el
mismo sentir del Superior.
Con esta perfección de obediencia consiguió
Dositeo un premio tan espléndido... Ved, pues,
cuántos méritos hemos perdido siempre que hemos
hecho nuestro capricho; siempre que hemos violado
una regla de la Casa, de la Congregación o hemos
dejado de cumplir nuestro deber; siempre que hemos
murmurado, juzgado de una cosa, de una orden, no
aprobando el parecer del Superior...
Don Bosco daba también a los alumnos avisos y
consejos durante este último período del curso
escolástico. Habló varias noches pero la Crónica
solamente nos conservó una de sus alocuciones.
<<-Hace mucho tiempo que cierto desgraciado
llevó tan a mal una amorosa amonestación del
Obispo de Saluzzo que pensó vengarse. Para
realizar su designio, estudió el modo de
envenenarlo. Un día, en que el Obispo debía
celebrar una función pública y solemne, aquel
hombre perverso le invitó a comer en su casa para
tener facilidad
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