Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es7.588**) dicho una cosa y el Superior le hubiese ordenado lo contrario, habría seguido sin vacilar el mandato del Superior. Porque, añadía, la obediencia al Superior está mandada por Dios en las Santas Escrituras y por tanto no puede haber engaño. Se lee en la vida de san Luis que no faltó jamás a la más pequeña regla del colegio donde se encontraba; y decía él mismo que nunca había desobedecido la más minima disposición o mandato del Superior. Quién sabe si nosotros podríamos decir lo mismo? La razón por la que no se practica rigurosamente la obediencia es porque no se conoce el gran valor de esta virtud. Escuchad el ejemplo de san Dositeo. Era éste un joven noble y delicado: había llegado a sentir un gran temor de la estrecha cuenta que Dios le pediría al final de su vida, e ingresó en religión para prepararse al gran juicio. Tenía una débil complexión y no podía seguir la vida común: no podía levantarse a media noche para rezar maitines con los demás, ni comer los alimentos que los otros tomaban. Mas ya que no podía observar aquellas reglas, hizo cuentas consigo mismo y resolvió entregarse por completo a la obediencia y, con la mayor prontitud y diligencia, a los oficios más humildes del monasterio que le ((**It7.695**)) confiara el Superior. Transcurridos cinco años murió, y el Señor reveló al Abad, que Dositeo había conseguido un premio igual al de san Antonio y san Pablo ermitaño. El Abad declaró la revelación a los monjes, los cuales, poco persuadidos de ello, andaban diciendo: -Es posible que un hombre que jamás ha ayunado, crecido en medio de comodidades y delicadezas, tenga en el Paraiso el mismo trato que los que durante cincuenta, sesenta y más años soportan el peso de las asperezas, penitencias, privaciones, fatigas de la vida religiosa? Qué más hemos ganado entonces nosotros, después de cansarnos tanto y haber hecho tantas cosas, mientras Dositeo se pasaba los días tranquilos en la hospedería? Y el Señor, por medio del Abad, les contestó: -Vosotros no conocéis el mérito y el valor de la verdadera obediencia. Por esta virtud, Dositeo ganó en poco tiempo más que otros con largos sacrificios y fatigas. Su obediencia era de cumplimiento, de voluntad y de juicio. De cumplimiento pronto, alegre, puntual; de voluntad, no queriendo más que lo que quiere el Superior; de juicio, haciendo propio el mismo sentir del Superior. Con esta perfección de obediencia consiguió Dositeo un premio tan espléndido... Ved, pues, cuántos méritos hemos perdido siempre que hemos hecho nuestro capricho; siempre que hemos violado una regla de la Casa, de la Congregación o hemos dejado de cumplir nuestro deber; siempre que hemos murmurado, juzgado de una cosa, de una orden, no aprobando el parecer del Superior... Don Bosco daba también a los alumnos avisos y consejos durante este último período del curso escolástico. Habló varias noches pero la Crónica solamente nos conservó una de sus alocuciones. <<-Hace mucho tiempo que cierto desgraciado llevó tan a mal una amorosa amonestación del Obispo de Saluzzo que pensó vengarse. Para realizar su designio, estudió el modo de envenenarlo. Un día, en que el Obispo debía celebrar una función pública y solemne, aquel hombre perverso le invitó a comer en su casa para tener facilidad (**Es7.588**))
<Anterior: 7. 587><Siguiente: 7. 589>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com