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superiores, de los reglamentos y de todo cuanto a
ellos no les agrada. Si se trata de desobedecer,
no tienen escrúpulos de conciencia.
Pues bien, María anima a los primeros y les
promete un magnífico premio. A los segundos les
dice: -Trabajad, teméis acaso que yo no voy a
pagaros bien? A los terceros les dice casi lo
mismo que a los segundos: -No os canséis,
perseverad y estaréis contentos. A los últimos no
les dice nada, sino que, volviendo el rostro hacia
atrás, mira a su divino Hijo, llora y le suplica
que tenga misericordia de ellos.
>>El domingo 8 de mayo, don Bosco dio la
conferencia general a todos los miembros de la
Sociedad de San Francisco de Sales. Fue una sesión
que hace época, puesto que don Bosco manifestó lo
que hasta ahora nunca había declarado:
>>-Os he reunido esta noche para deciros algo
que se refiere al origen de nuestra sociedad: a
saber, lo que fue causa de su nacimiento y le dio
impulso. Os adelanto, sin embargo, que entiendo
obligar a cada uno de vosotros a no hablar de ello
con los ajenos a la Sociedad.
>>Luego siguió contando cómo, de chico primero,
y siendo seminarista después, comenzó a cuidarse
de los muchachos porque desde entonces conoció la
necesidad que tenían de ser formados, y con qué
facilidad se dejan convencer, cuando advierten que
se busca su bien. Describió el principio de los
Oratorios festivos en san Francisco de Asís, su
traslado al Refugio, y después su despido, los
sueños ((**It7.664**)) (que
llamó visitas) los cuales le señalaban la casa
Pinardi, el traslado a los Molinos de la ciudad, a
san Pedro ad Víncula, a casa Moretta, al prado
Filippi: la tienda plantada definitivamente en
casa Pinardi. Narró cómo la mano de Dios había
castigado a cuantos se habían opuesto a su
empresa. Contó los dos sueños en los que había
visto sacerdotes, clérigos y muchachos que la
Providencia colocaría bajo su dirección: el primer
sueño con la iglesia que tenía escrito en la
fachada: Haec est domus mea: inde exibit gloria
mea (ésta es mi casa: de ella saldrá mi gloria) y
el segundo sueño del camino y la pérgola de rosas.
Enumeró todas las dificultades surgidas al
principio y superadas con la ayuda de Dios; dijo
cómo, por vez primera, le llamó el arzobispo
Fransoni para exhortarle a continuar la obra de
los Oratorios y cómo Pío IX, en 1858, le había
puesto él mismo la base de nuestra Sociedad. Y
concluía:
>>-Conté al Papa todo lo que os cuento a
vosotros. Nadie más lo supo jamás. Quizá diga
alguno: ítodo esto redunda a gloria de don Bosco!
Nada de eso: a mí sólo me toca rendir una cuenta
tremenda de lo que haya hecho para cumplir la
voluntad divina. Con este plan revelado por el
Señor, yo he caminado siempre adelante y éste
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