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que simulaban dos campos armados, uno contra otro:
unos asaltaban las fortificaciones de los otros.
Al principio fue una diversión inocua que
entretenía con gran satisfacción a los alumnos y
se permitió. Mas, a la noche siguiente,
destruyeron los estudiantes la torre de los
aprendices, los cuales, a la mañana, gritando por
la traición, la reconstruyeron y establecieron
centinelas. Los ánimos se encendieron con espíritu
batallador, tanto más cuanto que entre dos clases
distintas de alumnos ocurre a veces que existe
algún motivo o pretexto de animosidad. Y he aquí
que, a la mañana del tercer día, se armaron de
palos los aprendices y corrieron al asalto de la
torre de los estudiantes, bien guardada por sus
defensores, mientras llamaban las cornetas al
combate. El asalto y la defensa eran furiosos. Las
bolas de nieve volaban por todas partes. Acudieron
don Víctor Alasonatti, don Juan Anfossi, Buzzetti
y Rossi: se lanzaron en medio del tumulto
ordenando deponer las armas. Hubo alguna
resistencia para obedecer, pero al toque de la
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campana, unos fueron a clase y los otros a los
talleres. Buzzetti, junto con varios empleados, se
apresuró a deshacer las dos trincheras.
Los jóvenes entre tanto, reflexionando, habían
reconocido su equivocación. Llegó el mediodía, y,
reunidos estudiantes y aprendices, se presentaron
a don Bosco mientras bajaba a comer. Pidiéronle
perdón, prometiendo ir al comedor en silencio y no
volver a repetir alborotos como el de aquella
mañana. Don Bosco se detuvo a mirarlos.
Un superior que estaba a su lado insistía en
que les diese un escarmiento y don Bosco le
respondió:
-Pero no ves que piden perdón?
Y después de un momento de reflexión, añadió:
-Desde el momento en que han pedido perdón,
basta. Sí, los perdono; vayan y guarden silencio
en el comedor.
Y así se hizo.
Por la noche, don Bosco prohibió aquellas
batallas y exhortó a todos a rezar con mayor
fervor en las oraciones de la noche el Avemaría
por la paz en casa.(**Es7.56**))
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