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el recreo sobre un grueso tablón que debía servir
para una construcción. Don Bosco se acercó y les
dijo con mucha amabilidad:
-Uno a uno sois tres muchachos estupendos, pero
juntos sois tres pícaros.
Y aquellos corrieron a hacer recreo.
Tenía un oído especial para la asistencia.
Estaba ordenado que el dinero enviado por los
familiares fuese entregado al Prefecto, para
administrarlo prudentemente, según las necesidades
y deseos del dueño. Era una medida razonable para
evitar muchos desórdenes. <>-Oigo dinero que suena, pero no sé dónde se
juega. Anda, busca a estos tres jóvenes (y dijo
sus nombres), los hallarás jugando.
>>Yo me puse a buscarlos, contaba el mismo
Cagliero, por uno y otro lado, sin conseguir dar
con ellos; cuando de pronto, vi aparecer a uno de
los tres. Al punto le pregunté:
>>-De dónde vienes, dónde te habías metido?
Hace tiempo que te buscaba sin encontrarte.
>>-Estaba en tal y tal lugar entretenido.
>>-Qué hacías allí?
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>>-Jugaba a los bolos.
>>-Con quién?
>>-Con N. y con R.
>>-Jugabais dinero, verdad?
>>El joven masculló unas palabras, pero no negó
que en efecto jugaban dinero.
>>Entonces me dirigí al lugar indicado, que
estaba bastante escondido, pero no encontré a los
otros dos.
>>Continué buscando y llegué a saber con
certeza que los tales, diez minutos antes, habían
estado jugándose acaloradamente una buena cantidad
de dinero.
>>Entonces comuniqué el resultado a don Bosco.
>>Don Bosco contó al día siguiente que, en la
noche precedente, había visto durante el sueño a
aquellos tres jugando apasionadamente el dinero>>.
Así terminaba el mes de enero, cubierto de
hechos sorprendentes que, sin embargo, no habían
impedido algún pequeño inconveniente, como refiere
entre otros el citado Anglois. Habiendo caído
mucha nieve, estudiantes y aprendices construyeron
con ella dos torres, (**Es7.55**))
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