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Durante el mes de noviembre subió don Juan
Bautista Francesia una noche al estrado para
hablar después de las oraciones y Tomatis le oyó
anunciar la hermosa muerte de Vicini y
recomendarlo a las oraciones de todos. A esta
noticia, como si un relámpago iluminara su mente,
recordó Tomatis las dos profecías de don Bosco,
cuya relación nos hizo y que aquí fielmente hemos
expuesto. Otras cosas tendríamos que añadir, pero
las contaremos a su tiempo.
Por ahora indicaremos que Francisco Vicíni
había sido testigo en los primeros meses de aquel
curso de un hecho sorprendente. Celebraba don
Bosco un día la santa misa después de la ya tenida
para la Comunidad. Vio al principio que el copón
no tenía hostias consagradas, mas persuadido de
que no quedase ninguno más para comulgar, empezó
sin más el santo sacrificio. Pero al llegar el
momento de la comunión, dos o tres muchachos
fueron a arrodillarse en la grada del altar. Don
Bosco dio una mirada para asegurarse de su número,
partió en tres o cuatro partes la hostia grande
del viril, ((**It7.645**)) y,
luego, con la patena se puso a distribuir la
comunión a los jóvenes. Primero, a Francisco
Vicini. José Sandrone, que estaba arrodillado al
lado, y el que llevaba la palmatoria vieron con
asombro que otros diez o doce muchachos se
acercaban al comulgatorio. Entonces don Bosco
partió de nuevo las sagradas especies restantes y
siguió dando la comunión a todos con trocitos de
hostia bastante grandes e iguales a los primeros.
Constataron esto porque las partículas deberían
haber sido cada vez más pequeñas.
Se habló de ello entre los muchachos, pero
estaban tan acostumbrados a ver en don Bosco al
hombre de los portentos, que no dieron gran
importancia al caso.
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