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crecían las deudas del teólogo Valinotti con la
tipografía del Oratorio, como se viera en quiebra,
pidió una revisión de las cuentas de ingresos. El
Obispo de Ivrea se dio por ofendido ante tal
demanda y se opuso radicalmente, sosteniendo que
no se debía hacer tal afrenta a su representante.
Pero don Bosco no acusaba a nadie; sólo quería que
se pagase a su tipografía el trabajo y los gastos
de papel e impresión. Por consiguiente; insistía y
añadía que, puesto que no se le quería reconocer
el derecho de propiedad y no era atendido en sus
justas demandas, podría negarse a prestar su
trabajo y su material tipográfico. Respondiéronle
que, habiendo tomado por su propia voluntad la
impresión de los opúsculos, podía correr el
peligro de una citación ante los tribunales.
Declaró él que estaba dispuesto a aceptar el
pleito, pues se trataba de los intereses de sus
muchachos, y los opositores se aquietaron.
La controversia se llevó a cabo por ambas
partes ((**It7.630**)) a
través de mediadores especiales y más verbalmente,
que por escrito.
El reverendo Gallenga, secretario del Obispo y
amigo de don Bosco en lo espiritual, buscaba
mediar entre ambas partes; pero el Obispo no
quería admitir transacciones en lo que pudiese
menoscabar ni un solo punto el derecho de
propiedad que creía tener.
También el Vicario General, canónigo Pinoli,
era muy amigo de don Bosco, pero naturalmente
debía cumplir órdenes.
Así las cosas, como quiera que la tipografía
necesitaba dinero para seguir imprimiendo las
Lecturas Católicas, y promover un pleito hubiera
resultado deshonroso e irritante, don Bosco tomó
una firme resolución.
Remitiendo, pues, para otros tiempos, la
cuestión de la propiedad; no exigiendo por el
momento la rendición de cuentas que, por otra
parte, no sería dada por la dirección de la calle
Santo Domingo; dejando a ésta los asuntos en
curso, las responsabilidades ya contraídas y las
ganancias eventuales, y sin descubrir de ningún
modo al público la medida y sus causas, don Bosco
puso en ejecución su plan, que venía a ser como
una nueva fundación de las Lecturas Católicas:
Imprenta y Dirección en el Oratorio, excluida toda
persona extraña. Había dado de antemano aviso a
Ivrea. Con el mes de marzo comenzaba la
suscripción anual y a fines del mes de febrero
distribuía el primer opúsculo de este año. Se
titulaba: Luisa y Paulina. Conversaciones entre
una joven católica y una protestante. En la
cubierta de este ejemplar notificaba don Bosco que
cesaba la sede de la dirección de las Lecturas
Católicas en la calle de Santo Domingo, número 11.
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