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hayan sido perdonados y confío ser amigo de Dios y
poder ir pronto a gozarle eternamente. Dios mío,
bendecid a mi madre, dadle valor para soportar con
resignación la noticia de mi muerte. Haced que la
pueda ver con toda la familia en el paraíso,
gozando de vuestra gloria.
>>El, quería seguir hablando, pero le obligué a
callar para que descansara un poco. Por la tarde
del día 8 empeoró y se decidió administrarle la
Santa Unción. Al preguntarle si quería recibir
este sacramento contestó:
>>-Sí, lo deseo con todo mi corazón.
>>-Tienes acaso algo que apene tu conciencia?
>>-Sí, tengo una cosa que me da mucha angustia
y me remuerde bastante la conciencia.
>>-Qué es? Deseas decirla en confesión o de
otra forma:
>>-Tengo una cosa en la que he pensado siempre,
pero nunca habría imaginado que pudiera causar
tanto pesar a punto de morir.
((**It7.594**)) >>-Y
qué es lo que te produce esa pena y ese
remordimiento?
>>-Experimento el más amargo disgusto, porque
en mi vida no he amado bastante al Señor, como él
se merece.
>>-Tranquilízate a este respecto, porque en
este mundo nunca podremos amar al Señor como se
merece. Aquí es necesario hacer cuanto podamos,
pero el lugar donde le amáremos como debemos es en
la otra vida, en el paraíso. Allí le veremos como
él es en sí mismo. Allí conoceremos y gozaremos su
bondad, su amor y su gloria. Dichoso tú, que
dentro de poco tendrás esta inefable suerte. Ahora
prepárate a recibir la Santa Unción, que es el
sacramento que borra las reliquias de los pecados
y nos otorga también la salud corporal, si
conviene a la salvación del alma...>>.
Para recibir la Santa Unción, quiso rezar él
mismo la oración del Yo pecador y las preces de
este sacramento, y dijo una jaculatoria especial a
la unción de cada sentido. Al fin pareció tan
fatigado, y tenía el pulso tan débil, que se temió
diese el último suspiro. Poco después se rehizo un
tanto y, en presencia de todos, dirigió a don
Bosco estas palabras:
-He pedido mucho a la Santísima Virgen que me
hiciese morir en un día dedicado a Ella, y confío
que seré escuchado.
El sábado 9 de enero fue el último día del
querido Besucco. Conservó el perfecto uso de los
sentidos y de la razón durante todo el día.
Hacia las diez y media de la noche parecía que
no le quedaban
(**Es7.504**))
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