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con un solo asistente sobre una tarima. Creció más
su maravilla cuando supieron que, quizá en todo el
año, no había habido que lamentar una palabra de
verdadero desorden, ni un motivo para infligir o
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amenazar con un castigo.
-Cómo es posible, preguntó el Ministro,
conseguir tanto silencio y tanta disciplina?
Decídmelo; y vos, agregó al compañero que era su
secretario, escribid cuanto diga este sacerdote.
-Señor, respondió don Bosco, el medio que se
emplea entre nosotros no se puede utilizar entre
ustedes.
-Por qué?
-Porque son arcanos descubiertos solamente a
los católicos.
-Cuáles?
-La frecuente confesión y comunión y la misa
diaria bien oída.
-Tenéis realmente razón. A nosotros nos faltan
estos poderosos medios de educación, no se pueden
suplir con otros?
-Si no se emplean estos elementos religiosos,
hay que recurrir a las amenazas y al palo.
-íTenéis razón, tenéis razón! O religión o
palo; quiero contarlo en Londres>>.
La segunda visita la narró el profesor
Maranzana, al escribir su homenaje a don Bosco en
1893.
<((**It7.558**)) por
miedo a turbar con su presencia la tranquilidad y
el recogimiento de los muchachos; pero, a una
resuelta indicación de don Bosco, avanzaron de
puntillas hasta la cátedra del Director y entonces
monseñor Ghilardi, llamando la atención con un
golpe de campanilla, abarcó con la mirada aquella
encantadora escena y, levantando las manos al
cielo, improvisó un discursito y exclamó:
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