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Al ver pasar al siervo de Dios, le siguió por un
buen rato con los ojos fijos en él, y después,
volviéndose a mí, un poco turbado, me dijo:
>>-Quién es ese sacerdote?
>>-Por qué lo preguntas?, añadí yo. Aún no lo
conoces?
>>-Es que esta mañana fuí a confesarme con él y
me dijo todos los pecados cometidos en mi casa.
>>-Ese sacerdote, amigo mío, es don Bosco,
nuestro padre y superior; el mejor y mayor amigo
de los muchachos, especialmente de los que quieren
ser buenos.
>>Recuerdo todavía que durante mis tres años de
bachillerato, de 1862 al 1865, después de comer y
de cenar, don Bosco estaba siempre rodeado de
alumnos estudiantes que paseaban con él durante el
recreo. De vez en cuando, miraba fijamente a la
cara de alguno que parecía distraído y luego le
daba un cachete. Ante aquel inesperado ademán
quedábase el muchacho como atontado, pero don
Bosco, riendo, tomaba su cabeza entre las manos y
le decía al oído:
>>-Tranquilo; no te he pegado a ti, sino al
demonio.
>>Un muchacho, cosa que sucedía todos los días,
le declaró que era atormentado con malos
pensamientos y don Bosco le dijo bajito:
>>-No temas; quédate a mi lado.
>>Otras veces repetía a alguno que también
encontraba angustiado:
>>-No tengas miedo, esos pensamientos e
imaginaciones ((**It7.555**)) no son
pecado. Atento a las obras. De los pensamientos
hay que hacer el mismo caso que si fueran moscas,
que zumbaran en tus orejas; o el rumor de un
avispero. Estas cosas son hijas de tu imaginación
demasiado aprensiva, pero vendrá un tiempo en el
que con un solo acto de voluntad podrás
desecharlas y no te molestarán más.
>>Por esta razón los muchachos aceptaban, con
la mayor facilidad, los mandatos, consejos, y
hasta reprensiones de don Bosco, lo cual no
sucedía siempre con cualquier otro superior.
>>Una vez dijo don Bosco a un alumno, íntimo
amigo mío:
>>-Mira, necesitaría que tuvieras una
obediencia ciega.
>>-Sí, a don Bosco siempre le he prestado esta
obediencia y siempre lo haré con todas las órdenes
y deseos que vengan directamente de él, pero no a
los demás.
>>-Por qué a mí sí y a los otros no?
>>-Porque sé que usted tiene luces
sobrenaturales y poseo pruebas de ello; pero los
otros superiores, aunque buenos y santos, no gozan
por ahora, que yo sepa, de estas inspiraciones y,
por consiguiente, al no conocer mi carácter, me
perjudicarían y me harían
(**Es7.473**))
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