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tanto más necesarios cuanto que comenzaba el
curso. Y qué diremos nosotros? Nos aventuraremos a
dar una explicación?
El pozo es aquél que el libro de los Provervios
denomina: Fovea profunda, ((**It7.552**)) puteus
angustus y que termina en puteum interitus, como
asegura el Salmo LIV. Fosa profunda, pozo
estrecho, pozo de perdición. En él está el demonio
de la impureza, como explica san Jerónimo en la
Homilía XI de la primera epístola de san Pablo a
los Corintios.
En el sueño no parece que se trate de almas ya
esclavas del pecado, sino de las que se exponen al
peligro de cometerlo. Comienza con la bagatela y
la alegría de un recreo, pero pronto cambia la
escena.
Los pequeños saltan el pozo sin dificultad y
con toda seguridad, porque en ellos aún no están
vivas las pasiones, nada entienden del mal, la
diversión absorbe todos sus pensamientos y el
ángel del Señor protege su inocencia y sencillez.
Pero no se dice que volvieran a saltar, pues tal
vez obedecieron al aviso de un amigo.
Los otros mayores se disponen a saltar. No
tienen experiencia, no son ágiles como los
pequeños; sienten el peso de las primeras luchas
para conservar la virtud: la serpiente está
escondida. Parece que se preguntaran:
-Acaso existe un peligro mortal en arriesgarse
a saltar el pozo?
Y sin más, comienzan a saltar. Un primer brinco
consiste en contraer ciertas amistades
particulares; aceptar un libro no aprobado por la
censura; en dar cabida en el corazón a un afecto
demasiado vehemente. Es un salto, el acostumbrarse
a ciertos tratos demasiado libres, el separarse de
los buenos compañeros, el faltar a ciertas reglas
o avisos, a los que los superiores conceden mucha
importancia para las buenas costumbres.
Pero el primer salto ocasiona la primera herida
de la serpiente venenosa. Algunos salían
incólumes, y adoctrinados por la prudencia no
repetían la prueba; pero había también quienes,
despreciando el peligro, volvían a afrontarlo,
para su daño, de una manera temeraria.
El que cayó en el pozo y fue arrojado fuera,
parece simbolizar la caída en pecado mortal,
quedando la esperanza de volver a sanar mediante
los Sacramentos.
Del que queda en el pozo sólo hay que decir:
qui amat periculum in illo peribit. (El que ama el
peligro, perece en él).
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