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((**Es7.457**) viuda del general muerto en la batalla de Novara. La Marquesa, que vestía siempre de luto y no vivía más que para orar y hacer buenas obras, había apremiado dulcemente a don Bosco ((**It7.535**)) para que quisiera honrarla con toda su familia. El siervo de Dios había condescendido con sentimiento de verdadera gratitud por los generosos socorros recibidos de ella. Acompañado por la Señora, su primera visita fue a la capilla del castillo, donde rezó por el eterno descanso del buen general, quien tenía la piadosa costumbre de rezar todas las noches el rosario aun en medio del fragor de las armas. La Marquesa mostró a los muchachos el rosario que había sido encontrado sobre el cuerpo del general y entregado a ella por una mano amiga. Al mediodía los criados habían dispuesto la comida y la comitiva salió enseguida, porque aquella tarde debían dar una representación teatral en el Seminario. Por la noche del lunes, después de la cena, don Bosco anunció que al día siguiente saldrían. Fue a dar las gracias al señor Obispo y, hacia las nueve de la mañana, los excursionistas emprendieron la marcha hacia Alessandria y de allí a Mirabello, donde se encontraba don Miguel Rúa desde el día 12. El colegio estaba todo en orden y todavía sin alumnos. Así que los jóvenes del Oratorio pudieron descansar cómodamente. Quedáronse allí dos días y fueron tratados con afectuosa cortesía por el párroco, la familia Provera y la población. Por su parte entretuvieron al pueblo con una representación teatral en el colegio. El 17 de octubre don Bosco y los suyos poníanse de nuevo en marcha hacia Alessandria y al mediodía llegaban a Turín. Toda la comunidad del Oratorio, capitaneada por el reverendo Arró, que había inflamado con su palabra los corazones en santo entusiasmo, esperaba a don Bosco para celebrar su regreso. Pero él, apenas descendió del tren, se fue a la ciudad para visitar a una señora. Esta, que padecía sordera total, le había mandado llamar cuando él estaba a punto de partir hacia Morialdo. El siervo de Dios la bendijo invocando a María Auxiliadora y por señas le prometió que, a su regreso, la encontraría curada. Así había sucedido y la buena señora entregaba a don Bosco la cantidad necesaria para que ((**It7.536**)) Carlos Buzzetti pudiera pagar la quincena a los obreros, que trabajaban en las excavaciones para los cimientos de la iglesia. Don Bosco retornaba a casa anochecido, cuando los jóvenes estaban en el estudio: uno de ellos le vió casualmente por la ventana, y dijo en voz baja: -Ahí está don Bosco. (**Es7.457**))
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