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3.° Huye del ocio y de aquellos compañeros a
quienes quizá oyeres hablar mal.
4.° Pide todos los días a la Santísima Virgen
que te permita cualquier mal, antes de cometer
jamás un pecado grave.
Que Dios te bendiga y te conserve con salud y
gracia hasta volvernos a ver en agosto de 1864, si
aún nos mantenemos en vida. Amén.
Desde tu quinta de Montemagno, 1 de octubre,
1863.
Tuyo afectísimo
en Cristo
JUAN BOSCO,
Pbro.
Al Señorito Manuel Fassati -Montemagno.
El 3 de octubre por la mañana temprano salieron
de Turín muchos de los jóvenes seleccionados para
la excursión otoñal con parte de los músicos. A su
paso por Chieri se detuvo la comitiva en casa del
caballero Marcos Gonella, que, bajo un amplio y
comodísimo soportal en el patio de su palacio, les
había dispuesto las mesas para comer.
Unas horas más tarde del mismo día, iba don
Bosco a la estación de Puerta Nueva con treinta
alumnos más.
El senador Bona les había concedido
gratuitamente dos vagones de tercera clase para
todo el tiempo de la excursión. La meta era
Tortona. Don Bosco con los suyos subió a uno de
los vagones, se bajó en Villanova de Asti y por
los senderos de las colinas llegó a I Becchi.
El sobrino Francisco, que había salido a su
encuentro, le recibió cariñosamente. Don Bosco
recordó conmovido a su hermano José y dijo al
sobrino:
-Ahora somos tus huéspedes; procura quedar bien
sabes? Porque nosotros venimos aquí para pasarlo
bien a tu costa.
((**It7.532**)) Don
Bosco visitó la capilla y la casa y lo halló todo
en orden. Don Juan Cagliero había predicado la
novena con abundantes confesiones y comuniones,
cada mañana, y había insistido en el rezo diario
del santo Rosario en familia. Tenía que hacer el
panegírico al día siguiente, y aquellos buenos
campesinos estaban tan entusiasmados con él, que
parecía no quisieran oír a ningún otro.
El domingo, 4 de octubre, se celebraba en I
Becchi la fiesta del Rosario. El lunes fueron
todos los muchachos a pasar el día en Castelnuovo,
para contentar al señor Vicario, el teólogo
Cinzano, que los esperaba. Con la acostumbrada
generosidad había preparado una gran comida para
ellos y para don Bosco e invitado a los sacerdotes
de la Vicaría. Al volver a I Becchi, don Bosco
remitía una carta a Cúneo, dirigida al barón
Feliciano Ricci.
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