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((**Es7.447**) ganar el respeto y la obediencia de los diocesanos. Recomendaba plena deferencia a la autoridad del párroco, invitándole, por ejemplo, a ir en persona o enviar algún sacerdote suyo para confesar, celebrar la misa, asistir a alguna función, a las instrucciones catequísticas, a las veladas, a las representaciones teatrales; prestar los cantores a la parroquia si lo pedían ((**It7.523**)) en la fiesta patronal, y así mismo los sacerdotes para el servicio del altar o de las almas. En resumidas cuentas, que hiciesen cuanto fuese compatible con el orden del colegio, y se guardasen bien de toda envidia. Indicaba además a los superiores el deber de presentarse, apenas llegados a su destino, al Obispo y al párroco para saludarles; y también tratar con el debido respeto a las autoridades civiles. Daba además a don Miguel Rúa y a sus compañeros otro importante consejo que él practicaba continuamente. Llevar un cuaderno titulado Experiencias, donde anotar todos los inconvenientes, los desórdenes, los fallos, a medida que ocurren en las clases, en los dormitorios, en los paseos, en las relaciones entre los alumnos, entre superiores e inferiores, entre los mismos superiores; en el trato del colegio con los familiares de los alumnos, con las personas externas, con las autoridades eclesiásticas, escolásticas y civiles. Anotar también las disposiciones que parecieran necesarias para evitar desórdenes en las fiestas extraordinarias y así sucesivamente. Asimismo llevar cuenta de los motivos de cambios de horario, de funciones, de vacaciones o de clase en determinadas circunstancias. Luego, leer de vez en cuando y repasar las propias notas; especialmente en circunstancias parecidas, repasar lo que se hizo en otra ocasión a fin de regularlo todo con prudentes medidas, y los errores en que se incurrió y el modo de remediarlos. Recomendó además que, para convidar a las fiestas o al teatro, se tuviesen registradas las direcciones de aquellas personas a quienes era necesario o conveniente invitar. A don Miguel Rúa en particular dióle normas sapientísimas para desempeñar bien el importante cargo de Director, y le prometió que al cabo de alguna semana se las mandaría escritas de su puño y letra. Ofrecemos al lector este interesante documento: ((**It7.524**)) El sacerdote Juan Bosco saluda en el Señor a su amantísimo hijo don Miguel Rúa. Puesto que la divina Providencia dispuso poder abrir una casa destinada a promover el bien de la juventud en Mirabello, he pensado que será para la mayor gloria de Dios confiarte la dirección. Pero como no puedo estar siempre a tu lado para darte, o mejor, repetir lo que (**Es7.447**))
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