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ganar el respeto y la obediencia de los
diocesanos. Recomendaba plena deferencia a la
autoridad del párroco, invitándole, por ejemplo, a
ir en persona o enviar algún sacerdote suyo para
confesar, celebrar la misa, asistir a alguna
función, a las instrucciones catequísticas, a las
veladas, a las representaciones teatrales; prestar
los cantores a la parroquia si lo pedían ((**It7.523**)) en la
fiesta patronal, y así mismo los sacerdotes para
el servicio del altar o de las almas. En resumidas
cuentas, que hiciesen cuanto fuese compatible con
el orden del colegio, y se guardasen bien de toda
envidia. Indicaba además a los superiores el deber
de presentarse, apenas llegados a su destino, al
Obispo y al párroco para saludarles; y también
tratar con el debido respeto a las autoridades
civiles.
Daba además a don Miguel Rúa y a sus compañeros
otro importante consejo que él practicaba
continuamente. Llevar un cuaderno titulado
Experiencias, donde anotar todos los
inconvenientes, los desórdenes, los fallos, a
medida que ocurren en las clases, en los
dormitorios, en los paseos, en las relaciones
entre los alumnos, entre superiores e inferiores,
entre los mismos superiores; en el trato del
colegio con los familiares de los alumnos, con las
personas externas, con las autoridades
eclesiásticas, escolásticas y civiles. Anotar
también las disposiciones que parecieran
necesarias para evitar desórdenes en las fiestas
extraordinarias y así sucesivamente. Asimismo
llevar cuenta de los motivos de cambios de
horario, de funciones, de vacaciones o de clase en
determinadas circunstancias. Luego, leer de vez en
cuando y repasar las propias notas; especialmente
en circunstancias parecidas, repasar lo que se
hizo en otra ocasión a fin de regularlo todo con
prudentes medidas, y los errores en que se
incurrió y el modo de remediarlos. Recomendó
además que, para convidar a las fiestas o al
teatro, se tuviesen registradas las direcciones de
aquellas personas a quienes era necesario o
conveniente invitar.
A don Miguel Rúa en particular dióle normas
sapientísimas para desempeñar bien el importante
cargo de Director, y le prometió que al cabo de
alguna semana se las mandaría escritas de su puño
y letra.
Ofrecemos al lector este interesante documento:
((**It7.524**)) El
sacerdote Juan Bosco saluda en el Señor
a su amantísimo hijo don
Miguel Rúa.
Puesto que la divina Providencia dispuso poder
abrir una casa destinada a promover el bien de la
juventud en Mirabello, he pensado que será para la
mayor gloria de Dios confiarte la dirección.
Pero como no puedo estar siempre a tu lado para
darte, o mejor, repetir lo que
(**Es7.447**))
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