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Al Catequista estaba confiado el cuidado de la
conducta moral y religiosa; la iglesia, los
dormitorios, la enfermería; la administración
escolástica, los paseos y el teatro correspondían
al Director de estudios.
Estos tres superiores, juntamente con otros
auxiliares, daban las calificaciones de conducta;
y nunca asistía el Director a esta reunión,
detalle advertido por los alumnos, los cuales le
veían entre ellos durante aquel tiempo.
Parecía éste un procedimiento óptimo. Fruto
especial y constante del mismo fue la maravillosa
e incondicional confianza de los alumnos con el
Director, la consoladora frecuencia de los
sacramentos y las numerosas vocaciones
eclesiásticas y religiosas. Mas lo que fue
necesario para establecer la Pía Sociedad, no lo
creyó conveniente, después de la muerte de don
Bosco, el poder ((**It7.522**)) supremo
de la Iglesia, y como la palabra del Pontífice es
palabra de Dios, sus órdenes fueron obedecidas.
Don Bosco, una vez preparado el Reglamento, que
durante varios años permaneció manuscrito, se
ocupó en redactar el programa del nuevo colegio.
Lo imprimió y envió ejemplares a todos los
párrocos de la diócesis de Casale y de los
alrededores1.
Este sirvió más tarde de modelo para muchos
otros de sus colegios.
Después de estos preliminares, y ya de vuelta
del Santuario de Oropa, don Bosco seleccionaba a
los que debían dirigir el nuevo colegio, luego de
haber estudiado sus caracteres y habilidades, para
asignar a cada uno los cargos convenientes. Poseía
para ello un tacto finísimo y, en efecto, las
personas destinadas respondieron a la expectación
de todos.
A pesar de sus buenos y calculados planes,
quiso aconsejarse con su Capítulo, como hizo
siempre en semejantes ocasiones.
Fue nombrado Director don Miguel Rúa; Prefecto,
el clérigo Francisco Provera; Catequista, el
clérigo Juan Bonetti y Director de estudios, el
clérigo Francisco Cerruti.
Fueron destinados como compañeros los clérigos
Pablo Albera, Francisco Dalmazzo, Francisco Cuffía
y los jóvenes aspirantes al estado eclesiástico
Domingo Belmonte, Angel Nasi y Félix Alessio.
Encargaba don Bosco a estos sus queridos hijos
que cuidaran particularmente las vocaciones
eclesiásticas. Les encomendaba que fueran
obsequiosos y afectuosos con el señor Obispo, que
se prestasen gustosos a cuanto se les ofreciese y
que se esmerasen para poder
1 V. Apéndice, N.° 5.
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