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ruina al Oratorio, como por desgracia había
logrado con otros institutos semejantes, pero el
pobrecito malogró sus esperanzas. Desde aquel día
en que, turbado, no dio con la puerta de salida y
fue a meter la cabeza en el armario, parece que la
fortuna le volvió ((**It7.517**)) las
espaldas. Un poeta diría que el armario fue para
él como la caja de Pandora1 con todas las
desgracias del mundo. En efecto, algún tiempo
después, comenzó a sufrir una dolorosa desdicha
con su esposa que, cayendo por una escalera, se
quebrantó para toda la vida.
Con el traslado de la capital de Turín a
Florencia, y luego a Roma, Gatti esperaba mejorar
su suerte, y su dinamismo lo hubiera merecido,
pero tenía cuentas pendientes con la divina
Providencia. Es el caso que cayó en desgracia de
sus superiores e iguales y, no sólo no progresó en
la carrera, sino que fue bajando cada día más.
Después de algún tiempo, y por los manejos de un
competidor, viose privado de empleo y quedó
cesante. El inesperado contraste, el cruel
desengaño influyó siniestramente en sus facultades
mentales; y el pobre hombre, primero, quedó
taciturno y melancólico; luego, idiota y loco, y
finalmente perdió por completo la cabeza. En este
estado lo mismo lloraba como un niño, que sufría
arrebatos como un energúmeno, de manera que movía
a la más profunda compasión de cuantos le veían o
le oían.
Tenía permanentemente ante sí la sombra de su
enemigo, al que no terminaba de gritar: íAh, me
has arruinado! e intentó suicidarse varias veces.
Condujéronle a una casita cerca de Felizzano,
su patria chica, que en otros tiempos le había
servido para veranear y en vez de mejorar, el
mentecato empeoró hasta el frenesí. Allí, en un
momento de la máxima furia, dió un terrible
puntapié a su propia esposa, la agarró después por
la cabeza, la arrojó varias veces y tan
fuertemente contra la pared, que la mató,
destrozándola el cráneo. Poco después acababa él
su vida, privado de todo consuelo humano.
Podríamos ahora recordar la dolorosa cadena de
desventuras caídas sobre la cabeza de los que con
más iracundia atacaron la existencia del Oratorio;
pero ponemos punto por ahora. Basta ((**It7.518**)) lo ya
expuesto hasta aquí para reafirmar el juicio ya
expresado en otros
1 Pandora. Fue, según la mitología griega, la
primera mujer terrenal, llena de gracia y talento;
recibió de Zeus una caja, donde estaban guardados
todos los males; Pandora la abrió imprudentemente
y se escaparon todas las calamidades que afligen
al género humano; sólo quedó en el fondo la
esperanza. (N. del T.)
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