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((**Es7.441**) del Oratorio, en número de treinta, cuarenta y más, ante los examinadores oficiales y con frecuencia salían los primeros, superando sus calificaciones a las que alcanzaban los alumnos de todas las escuelas públicas y privadas de Turín. El profesor Antonio Parato, director del Gimnasio Monviso, hoy Máximo D'Azeglio, estaba entusiasmado por el resultado de los estudiantes del Oratorio, que en su mayoría se examinaban en su tribunal. Además de estar diligentemente preparados en todas las asignaturas, había algunos que, animados por sus propios profesores con algún libro de premio, habían aprendido de memoria autores clásicos, prosistas y poetas, El estudio constituía su continua ocupación. El mencionado profesor repitió muchas veces a don Celestino ((**It7.516**)) Durando, hablando sobre exámenes de aquellos alumnos del Oratorio, que no podía imaginarse la inmensa utilidad que proporcionaron a los alumnos de las escuelas públicas, despertando su emulación: aunque éstos no llegaron a superar a aquéllos. Los que habían organizado o realizado los registros y allanamientos del Oratorio eran espectadores de su gran florecimiento y de la evidente bendición de Dios. Hemos descrito ya las desdichadas aventuras que entristecieron las vidas de algunos de ellos. No nos parece fuera de lugar señalar aquí un suceso, en el que se advierte cómo la justicia de Dios dejó caer el tremendo peso de su mano sobre aquél, que culpablemente intentó destruir la obra de don Bosco. Al narrar las desgracias que le acaecieron, lo hacemos con profunda compasión y con el único fin de que sirvan de provechosa enseñanza para quien lea y para aquéllos que, pública o privadamente, quisieran oponerse a las obras de Dios. Uno que desplegó contra el Oratorio un celo verdaderamente digno de mejor causa fue el caballero, y más tarde comendador, Esteban Gatti. Comenzó a dar pruebas de ello en 1860, como hemos referido en su momento, y ciertamente don Bosco no debió a su benevolencia el que entonces y después no fueran clausuradas sus escuelas y dispersados centenares de muchachos pobres del Oratorio. Siempre pródigo en palabras de cortesía y promesas de protección, hizo en secreto todo el mal que pudo. Publicó calumnias en periódicos hostiles a la religión y a la moral. Pidió ejemplares de la biografía de Domingo Savio <> cuando en realidad lo hacía para burlarse y despreciarle, con muchos artículos publicados en el periódico de Asti titulado Il Cittadino (El Ciudadano). Se gloriaba de llevar a la (**Es7.441**))
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