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dispuesto a escucharos. En casa, si queríais
comulgar, con frecuencia no se presentaba nadie en
el comulgatorio y había que esperar o llamar al
sacerdote; a veces, había compañeros que no
aguardaban más que reírse de vosotros si ibais a
comulgar: aquí, podéis ir siempre que queréis: no
hay ninguno que se burle, ni que os observe o se
fije cuándo vais y cuándo no vais. En el pueblo,
si queríais hacer una visita a Jesús Sacramentado,
había que salir de casa con lluvia, con sol; a
veces, la iglesia estaba cerrada; a veces,
gritaban los padres porque os necesitaban para un
recado: aquí, en cambio, quién os impide, en
tiempo de recreo, entrar en la iglesia para
visitar a Jesús Sacramentado, a María Santísima,
rezar un padrenuestro y una avemaría y luego
volver a jugar? Aquí tenéis amigos buenos,
ejemplos santos, consejeros seguros; los teníais
en vuestra casa? Aquí hay toda suerte de
comodidades para hacer un poco de bien a vuestra
alma, los superiores no tienen más compromiso que
ayudaros.
Alguno podrá preguntar: -Para qué servirán
estos medios?
Y yo os respondo:
-El que no los aprovechare, sería como aquél
que se encontrase ante una mesa donde le sirven
los más ricos manjares y las más exquisitas
bebidas... y él, en lugar de comer y beber, se
quedase mirando las moscas y al techo.
-Pero por qué no comes?
-Sí, sí... ya comeré mañana.
-Pero mañana no tendrás esta mesa.
-Dejadme en paz, íqué aburrimiento!
Mis queridos muchachos: me preguntáis si os
sirven para algo las prácticas de piedad? Podéis
dudar de ello? Ante todo os sirven para salvaros
eternamente e ir al paraíso; después, os ayudan
muchísimo para estudiar. Yo ya he notado esto
((**It7.505**)) hace
muchos años. Hay un muchacho diligente en sus
deberes de piedad? Es querido por sus compañeros,
por sus superiores; se distingue en la clase; es
la alegría de sus padres y del párroco en el
pueblo. Por el contrario, los que no quieren saber
de piedad son la desesperación de los superiores,
no son apreciados por sus compañeros, porque a
éste le quitan una cosa, con ése se enfadan, a
aquél le insultan, le maltratan; en el pueblo son
el desprestigio de la familia, el desprecio de
todos...Y cuando sean mayores? Habrán perdido sus
años y se encontrarán con las manos vacías...
III
Tengo que advertiros una cosa y es que, cuando
escribáis a casa, no contéis mentiras, sino que
digáis las cosas como son. Aunque se reparte pan a
voluntad y pese a que se encuentran mendrugos y
panecillos a medias por todas partes, hay quien se
atreve a escribir que aquí se hace pasar hambre a
los muchachos.
Hay algunos que, sin estudiar y sin haber
aprobado, escriben a los padres diciendo que se
han cometido injusticias contra ellos, que los
maestros y asistentes le tratan mal. Otros, hartos
del reglamento, gandules, amigos solamente de
comer y de beber tienen algo que decir de todo,
porque nada les satisface.
Pero por qué obrar así, queridos míos? Por qué
decir lo contrario de la verdad? Si tenéis la
vista turbia y lo veis todo oscuro qué podemos
hacer nosotros? Yo no defiendo la casa porque no
lo necesita, y hay centenares de muchachos que
están contentísimos de hallarse aquí con nosotros;
ícon don Bosco! Además, si uno no se encuentra
bien aquí, sepa que no tenemos a nadie por la
fuerza. El que no esté contento
(**Es7.431**))
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