Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es7.420**) >>-Bueno, hagamos así; usted pague doce liras al mes y lo demás lo pondrá don Bosco. >>Admiré en esto la exquisita caridad de don Bosco y su prudencia. Mi familia no era rica, pero gozaba de pasable bienestar. Si, por tanto, me hubiera aceptado totalmente gratuito, no habría hecho bien, pues habría sido con perjuicio de otros más necesitados que yo>>. Durante dos años mantuvieron sus padres lo acordado con don Bosco en cuanto a la pensión; pero, al empezar el tercero, cesaron de pagar y no quisieron saber más de ello. El muchacho, aunque vivaracho en sumo grado, era abierto, francote, de buen corazón, de ejemplar conducta y muy aplicado en los estudios. El año escolar de 1862-63 estaba para pasar al cuarto curso y, por miedo a tener que interrumpir los estudios, se abrió a don Bosco, quien le respondió: -Y qué importa que los tuyos ya no quieran pagar? No estoy yo? Ten por seguro que don Bosco no te abandonará. Y así fue; mientras permaneció en el Oratorio, don Bosco le proveyó de todo lo necesario. Acabado el cuarto curso, y superados felizmente los ((**It7.492**)) exámenes, se colocó. Los primeros dineros que pudo ahorrar, a fuerza de su trabajo, los envió, a base de privaciones y en pequeñas cantidades, a don Bosco, para satisfacer la pequeña pensión que sus padres dejaron de pagar durante su último año en el Oratorio. Vivió como buen cristiano. Fue un apóstol de la difusión de las Lecturas Católicas; uno de los primeros que se asociaron a la unión de Antiguos Alumnos y mantuvo constante relación con sus antiguos superiores. Murió en mayo de 1908 queriendo tener a su lado a su veterano profesor, el doctor don Francisco Cerruti, y al venerando don Miguel Rúa. Si es verdad que, a la par de Cotella, veía don Bosco alejarse de su lado a tantos otros queridos y buenos hijos, adquiría otro que ciertamente pudo llamarse una flor de paraíso. El 2 de agosto ingresaba como alumno del Oratorio Francisco Besucco, de trece años, natural de Argentera, pueblecito de las montañas del Piamonte. Por su respeto y afecto a los padres, por su insigne piedad e inocencia de vida, por su aplicación en la escuela había sido la admiración de sus paisanos. Oyó hablar del Oratorio y deseaba ser admitido en él. Veía que no era cosa fácil, dada la extrema pobreza de sus padres; pero un día, después de la santa comunión, suplicaba a María Santísima y oyó una voz misteriosa que le llenó de inmensa alegría: (**Es7.420**))
<Anterior: 7. 419><Siguiente: 7. 421>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com