((**Es7.42**)
totalmente en sus manos y le suplicaba dispensara,
si de alguna manera y sin intención, le habiese
ofendido.
El párroco, ante la inesperada respuesta,
volvió a sentimientos más apacibles. Pidióle
perdón por escrito; suplicó a don Bosco que
rompiese la desgraciada carta; rogóle la olvidase,
como si no hubiera sido escrita; ofrecióse a
prestarle cualquier servicio que pudiera
necesitar, y mantuvo su palabra generosamente.
Otro distinguido eclesiástico remitió una carta
a don Bosco, que por estar fuera de Turín, no pudo
recibir. Aquél, al no tener contestación, se
enfureció creyendo que don Bosco no quería
sostener con él relación epistolar. Y despotricaba
en público, diciendo que don Bosco era un
orgulloso, un soberbio, y añadía:
-Si tal es el Superior de la nueva
Congregación; ívaya usted a ver la clase de gente
que deben ser los salesianos!
Y removía contra ellos distintas acusaciones,
diciendo que esperaba una disculpa de don Bosco,
ya que él le había escrito de su puño y letra.
Don Bosco, advertido de sus habladurías,
dirigió una carta a aquel señor, diciéndole que no
esperase una justificación de su parte contra las
acusaciones que le hacía, porque se declaraba
culpable de cuanto se le achacaba y de faltas aún
mayores; sólo le rogaba, dado el continuo peligro
de todo hombre a morir de un momento a otro, que
quisiera concederle su deseado y apreciado perdón,
a fin de poder, por lo que a él tocaba,
presentarse tranquilamente ante el tribunal de
Dios. Esta carta dejó confundido a aquel
eclesiástico, el cual escribió expresando gran
arrepentimiento de sus groseras y calumniosas
invectivas, y concluyó afirmando que no le quedaba
más remedio que ir a Turín, arrodillarse a los
pies de don Bosco y pedirle perdón.
Tenía don Bosco toda la razón al repetir que,
lo mismo al escribir que al hablar, siempre pierde
quien devuelve injuria por injuria, porque <>, (una palabra hiriente
aumenta la ira)1.
1 Prov. XV, 1.(**Es7.42**))
<Anterior: 7. 41><Siguiente: 7. 43>