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Pero también aquí surgía el problema de los
profesores. Se había acordado con monseñor de
Calabiana que el colegio se llamaría Seminario
Menor y por tanto, con exclusiva dependencia del
Obispo de Casale, y mientras, andando el tiempo,
si fuese preciso se mandarían personas con título
oficial. Se temía, sin embargo, que esta idea no
sirviese para nada y se preveía que, para la
aprobación del Colegio, la autoridad escolástica
exigiría al menos dos con el diploma de profesor u
otro título equivalente. Varios clérigos y
sacerdotes poseían los conocimientos necesarios
para rendir el examen de maestro y ya habían hecho
las prácticas de enseñanza, pero estaban
desprovistos de los necesarios requisitos. Cómo
apañárselas entonces? Hacía bastantes años que no
había exámenes extraordinarios para la adquisición
de tales diplomas. Era menester tener paciencia y
hacer la carrera de Letras en la Universidad, que
exigía un período de cuatro años al menos, antes
de poder establecer regularmente el bachillerato.
Dios vino en su ayuda.
En el mes de julio, cuando nadie se lo
esperaba, se publicó un anuncio por el que, en
vista de la carencia de profesorado para el
bachillerato, en aquel año de 1863 y en los
siguientes, habría un cursillo extraordinario,
durante el mes de septiembre, para quien desease
conseguir el diploma de profesor. Ante tal
noticia, don Bosco no dejó de reconocer la
intervención de la divina Providencia y animó a
varios del Oratorio para que se preparasen. Urgía
el tiempo, no quedaban ni dos meses para hacer al
menos una preparación inmediata ((**It7.484**)) sobre
las muchas materias prescritas y si bien
estuviesen, quien más quien menos, al corriente de
aquellos estudios, sin embargo, desanimaba algo el
corto plazo para los exámenes.
Pero era aquella una época en la que todos, por
amor de Dios, por amor a la causa del Oratorio,
sacrificaban gustosos su vida, si era necesario,
por tan laudable fin. Por eso don Bosco encontró
varios que se entregaron con ardor a repasar lo
necesario para tales exámenes, a pesar de hallarse
cansados por las fatigas del curso escolar recién
terminado. Uno de ellos se puso a la cabeza y se
encargó de asignar las lecciones y ejercicios de
cada día, se comunicaban unos a otros lo que
diariamente estudiaban y a primeros de septiembre
se encontraron preparados para poder presentarse
con tranquilidad.
Habían seguido el ejemplo de su amado padre y
modelo, don Bosco, el cual, invitado a descansar
un poco de sus incesantes tareas y ocupaciones,
solía decir:
-Lo que puedas hacer hoy, no lo dejes para
mañana.
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