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se puso en guardia y llevaba nota de los que se
presentaban a don Bosco para preguntarle sobre su
propio papelito y hubo uno que no acudió. Este era
un muchacho de Ivrea, que concluía los estudios de
bachillerato.
El reverendo Mussetti está dispuesto a prestar
juramento, si le fuese pedido, para testificar
estos hechos.
Don Bosco, apoyado en la protección de la Madre
celestial, meditaba en la manera de hacer renovar
las concesiones obtenidas de la Autoridad
escolástica. La aprobación de los maestros de su
bachillerato era temporal, sólo para el año
escolástico 1862-63 y con obligación de proveer
profesores con el título oficial para el curso
1863-64. Los exámenes de ingreso en la
Universidad, aun cuando habían demostrado un
auténtico saber literario en los cuatro candidatos
a los grados académicos, no conferían derecho para
enseñar. Era necesario, por consiguiente, no dejar
pasar un tiempo demasiado precioso para conseguir
un nuevo permiso.
Don Bosco fue a visitar al Delegado Provincial
y vio que Selmi seguía prestándole su
benevolencia. Empezó, pues, a hablarle de sus
problemas escolásticos; pero él, que había leído
el informe del profesor Ferri, le avisó que no
diera motivo para ninguna de las acusaciones que
le habían sido achacadas y que cambiara algún
juicio en la Historia de Italia.
Don Bosco repitió lo que le había dicho otra
vez; esto es, que él y sus ayudantes sabían
conciliar el deber de buenos católicos ((**It7.474**)) con el
de honrados ciudadanos; que nunca había tenido
relaciones comprometedoras, contrarias a la
tranquilidad del Estado, con el Papa, con los
Obispos, y con los Jesuitas, y que era invención
de embusteros solemnes el que estos personajes
hicieran cosas reprochables a su condición; que él
había observado el principio de no mezclarse en
política, ni en pro ni en contra, porque la
política no es pan para los muchachos y porque un
superior, un maestro, un jefe de taller no debe
ser hombre de un partido, sino tener por único fin
de su profesión, la sabia instrucción y la
educación moral de sus alumnos.
El Delegado quiso también aconsejarle que
abandonara la difusión de las Lecturas Católicas,
como algo inconveniente con la dignidad de
educador.
-Y por qué?, le preguntó don Bosco.
-Mire, respondió Selmi, sus libritos,
especialmente las biografías de ciertos jóvenes no
están de acuerdo con los ideales de nuestros días.
Y, desgraciadamente, su manera de escribir, la
importancia que da a los muchachos alabando su
sencillez, y poniendo de relieve sus
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