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Los cambios introducidos por don Bosco en la
Historia de Italia, y los que estaba dispuesto a
introducir, no eran tales que modificasen ni una
tilde sus principios religiosos y su adhesión
((**It7.460**)) al
Romano Pontífice. Ya hemos visto cómo, una vez
impresa la primera edición, se sometía a cualquier
gravísima pérdida antes que suprimir algunos
períodos que le habían sido indicados. En este
punto jamás habría transigido; y lo dió a entender
con bastante claridad al ministro Amari en el
diálogo sostenido con él, lo mismo que en la
carta, cuyo borrador conservamos.
Excelencia:
Hace pocos días, dignóse S.E. recibirme en
audiencia y demostrarme una especial bondad, al
confiarme lo que le habían comunicado como no
conveniente y antipatriótico.
La estima y el respeto que tengo a S. E. no me
permitieron exponerle las cosas en su verdadero
sentido y por ello le ruego lea ahora benignamente
cuanto entonces le expuse con brevedad.
Me indicaba usted, en cuanto a la Historia, que
había cosas que no eran verdad. Conversando con
personas de ciencia puedo decir que usted entiende
el el no eran verdad del modo como debe
entenderse; porque en cuanto a la verdad histórica
le diré que he seguido escrupulosamente los
autores más acreditados, ya fueran antiguos o
modernos. En cuanto al modo de entender las cosas,
o sea al espíritu de la historia, le diré que
entre los diversos libros impresos con mi nombre,
están la Historia Sagrada, la Historia
Eclesiástica y la Historia de Italia. Las tres
obritas fueron escritas con la revisión del
Gobierno. Entregué un ejemplar de cada edición,
apenas terminada, a todas las autoridades; y como
mi intención, que todos pueden ver en cada
capítulo, es la de infundir ideas morales y
conducir al joven lector a la meditación de la ley
divina, que obliga a todo hombre a la observancia
de la ley humana, no obtuve más que palabras de
aliento. Los augustos hijos de Víctor Manuel
aceptaron con gusto el humilde regalo de estos
escritos etc., etc.
Aquí probablemente seguía exponiendo lo que
había escrito al Ministro de Gobernación.
Estas cartas, y sobre todo la conversación con
el Ministro de Instrucción Pública, no sólo
disiparon la amenazadora tempestad, sino que
coronaron la obra o, por mejor decir, aseguraron
el fruto del triunfo a los cursos de Bachillerato
de Valdocco y a todo el Oratorio. Puesto que el
profesor Amari ((**It7.461**)) se
persuadió de que don Bosco no tenía más mira que
la de socorrer a la juventud pobre y abandonada, y
de que no era hombre para infundir temor al
Gobierno. Entre tanto se previno contra los
calumniadores. Gatti, a su vez, empezó a
experimentar la verdad del proverbio que dice
tanto va el cántaro a la fuente que al fin se
rompe, y pudo comprender que si aquel día se
confundió hasta casi entrar en un armario, habría
podido
(**Es7.394**))
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