((**Es7.392**)
vista la obra primera interrumpida. Entre tanto,
con el tiempo maduran las uvas, cambian los
hombres y se allanan las dificultades.
Su constancia por la gloria de Dios era la
típica de los santos y nuestro Venerable alcanzaba
la meta, porque su espíritu de sacrificio no temía
incomodidades, fatigas y humillaciones; su alma
generosa no se espantaba, mientras un cobarde se
habría atemorizado muy mucho en aquellos tiempos.
En efecto, en Turín acontecía un lamentable
suceso. La Gaceta oficial del 16 de junio, había
publicado un decreto del ministro Amari, por el
que se cerraba el floreciente colegio internado de
san Primitivo, perteneciente a los Hermanos de la
Doctrina Cristiana. No se presentaban más razones
que el parecer del Consejo provincial escolástico
y del Consejo superior de instrucción pública.
Hacía años que se manipulaba toda suerte de
maniobras para expulsar de Turín a los Hermanos.
Los muchos registros verificados para su
acusación, lograron poner cada vez más a la luz su
mérito y su virtud. Pero la pericia de educar
cristianamente a la juventud, dedicada a los
estudios propios de las artes y la industria, se
ganaba todo el odio de los enemigos de la Iglesia.
Ante la inutilidad de los expedientes, se
recurrió a lo que siempre suele resultar eficaz,
es decir, a la vil acusación. Centenares de
familias de los alumnos protestaron en favor de
los acusados. ((**It7.458**)) Hubo
procesos y condenas. Pero el verdadero motivo era
que el brillante éxito de los alumnos del colegio
disgustaba a los moralistas de la Gaceta del
Pueblo y les resultaba de un peso intolerable,
puesto que ellos querían hacer de la enseñanza un
monopolio del Gobierno. El periódico Derecho, en
su número ciento sesenta y cuatro, después de
alabar ampliamente la medida tomada contra el
Colegio de san Primitivo, añadía: Si por algún
lado es menester comenzar la conquista de Roma,
empecemos por quitarle la mente y el espíritu de
nuestros hijos. Pedimos la supresión de las
órdenes religiosas de enseñanza. Se quería apartar
a los eclesiásticos de la docencia para impedir
que la juventud fuera formada según la fe y la
moral católica, pues la razón de Derecho era igual
para los buenos sacerdotes que para los
religiosos.
Don Bosco entonces, aun superada la última
conspiración de sus adversarios, queriendo
asegurarse cada vez más la benevolencia del
ministro Amari y del ministro Peruzzi, con quien
también había tenido una audiencia, escribía al
primero una carta y enviaba un memorial al
segundo. De estos dos escritos, no nos quedaron
más que algunos esbozos sin concluir, ni corregir,
pero nos parece útil reproducirlos
(**Es7.392**))
<Anterior: 7. 391><Siguiente: 7. 393>