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-Por favor, quién es usted?
-Soy el sacerdote Juan Bosco, director del
centro llamado Oratorio de San Francisco de Sales,
cuya finalidad es la de recoger muchachos pobres
para educarlos, instruirlos y darles un honrado
porvenir.
-Celebro conocerle y le felicito por el noble
ministerio que desarrolla; pero usted no debe
alejarse de la laudable misión que se ha fijado.
Se dice que su filantrópico instituto ha
degenerado y que se ha convertido en un
conciliábulo de reaccionarios y que usted no
quiere someterse a las órdenes de la autoridad
escolástica. He aquí la razón por la que se ordenó
una visita a sus escuelas. Creo, por lo demás, que
el señor inspector habrá tenido las debidas
atenciones con usted y sus alumnos, como
precisamente ordené.
-Desconozco las órdenes dadas por Su
Excelencia, pero puedo asegurarle que la
inspección llegó hasta las interioridades de los
alumnos; se hicieron preguntas más relacionadas
con la política que con los programas de
enseñanza, y algunos alumnos fueron interrogados
hasta sobre cosas de confesión. Ya había hecho
algo parecido el señor Gatti hace tres años, por
lo que mereció la desaprobación del mismo ministro
Mamiani.
-No era esta la misión de Gatti, ni la del
profesor que yo he enviado. Ellos deben
presentarme el informe de la inspección por mí
ordenada; y podré obtener de ellos las
informaciones que espero.
Al llegar aquí tocó el Ministro la campanilla,
presentóse un ujier, y le mandó llamar a los dos
mencionados señores. Llegaron uno tras otro y, con
el crepúsculo del anochecer, no advirtieron la
presencia de don Bosco. Después de la invitación
del Ministro, se sentaron junto a él para
dialogar. Este, dirigiéndose al inspector,
preguntó:
((**It7.450**)) -Cómo
resultó la visita hecha a las escuelas de don
Bosco?
-Como era de esperar, Excelencia. Por el
informe que tendré el honor de entregarle, podrá
Su Señoría hacerse una idea del mal espíritu que
reina en aquel Centro.
-Yo le encargué, por medio del señor Gatti, que
examinara la situación legal de los maestros y de
las materias impartidas; ahora bien, cómo
resultaron estos dos puntos?
-Poco satisfactorios, Excelencia; piense que en
ese Centro ni siquiera encontré el retrato de
nuestro augusto Soberano.
-Pero, qué ha de decir acerca de la legalidad
de los maestros y de la enseñanza?, replicó el
Ministro un poco enojado, al ver que el
(**Es7.385**))
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