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La inspección de aquel profesor duró dos días
completos. Al despedirse mostró a don Bosco su
gran satisfacción con expresiones que hacían
pensar que su relación al Ministerio sería muy
favorable. Por encima de este testimonio, tenía
don Bosco motivos para esperarlo así, porque los
muchachos habían respondido adecuadamente y porque
dicho inspector gozaba de fama de hombre honrado y
se le consideraba incapaz de hacer
intencionadamente una injusticia.
((**It7.448**)) Pero
las buenas palabras no estuvieron en armonía con
los hechos. Porque es lo cierto que unos días
después, con gran asombro y dolorosa sorpresa,
supo don Bosco por persona amiga, que el Inspector
iba a presentar al Ministro un perverso informe.
Según éste, en el Oratorio no había más que
desorden, inmoralidad y rebelión.
-Advierta, Su Excelencia, escribía el relator
entre otras cosas al señor Ministro, que encontré
un espíritu tan hostil al Gobierno, que en todo el
amplio establecimiento no se halla el retrato de
nuestro augusto Soberano y Señor.
Al oír esto, hubo quien exclamó al instante:
-Si eso dice el informe, no hay duda de que ahí
entra la mano de Gatti.
No era éste un juicio temerario, porque encima
de lo que ya había hecho contra el Oratorio, daba
motivo para sospechar de él, decía un íntimo y
confidente suyo, que con frecuencia le reprochaba
y trataba de hacerle mudar de opinión. Este,
aseguró a don Bosco que cuando Gatti lograba
romper una lanza contra instituciones dirigidas
por sacerdotes o por monjas, se gloriaba como de
una proeza y lo celebraba.
Pero, fuera quien fuera el principal autor de
aquellas falsedad, don Bosco apenas se enteró,
estudió cómo prevenir las consecuencias, o apagar
las llamas, como él decía, antes de que estallase
el incendio, y alejar el temporal antes de caer el
granizo. A tal fin se dirigió al Ministerio y
pidió audiencia con el Ministro de Instrucción
Pública, Miguel Amari, a quien debían presentar el
famoso informe. Era un día del mes de junio.
Obtenida con dificultad la audiencia hacia la
caída de la tarde, tuvo lugar el siguiente
diálogo, acompañado de un gracioso episodio.
-En qué podría servirle, mi querido abate?,
preguntó el Ministro.
-Se me molesta constantemente con inspecciones,
respondió don Bosco, e ignoro las razones. Ruego,
por tanto, a S.E. me las diga. He sido siempre un
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fiel a mi Soberano, y si he cometido algún yerro,
deseo vivamente saberlo, para poder evitarlo.
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