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((**Es7.384**) La inspección de aquel profesor duró dos días completos. Al despedirse mostró a don Bosco su gran satisfacción con expresiones que hacían pensar que su relación al Ministerio sería muy favorable. Por encima de este testimonio, tenía don Bosco motivos para esperarlo así, porque los muchachos habían respondido adecuadamente y porque dicho inspector gozaba de fama de hombre honrado y se le consideraba incapaz de hacer intencionadamente una injusticia. ((**It7.448**)) Pero las buenas palabras no estuvieron en armonía con los hechos. Porque es lo cierto que unos días después, con gran asombro y dolorosa sorpresa, supo don Bosco por persona amiga, que el Inspector iba a presentar al Ministro un perverso informe. Según éste, en el Oratorio no había más que desorden, inmoralidad y rebelión. -Advierta, Su Excelencia, escribía el relator entre otras cosas al señor Ministro, que encontré un espíritu tan hostil al Gobierno, que en todo el amplio establecimiento no se halla el retrato de nuestro augusto Soberano y Señor. Al oír esto, hubo quien exclamó al instante: -Si eso dice el informe, no hay duda de que ahí entra la mano de Gatti. No era éste un juicio temerario, porque encima de lo que ya había hecho contra el Oratorio, daba motivo para sospechar de él, decía un íntimo y confidente suyo, que con frecuencia le reprochaba y trataba de hacerle mudar de opinión. Este, aseguró a don Bosco que cuando Gatti lograba romper una lanza contra instituciones dirigidas por sacerdotes o por monjas, se gloriaba como de una proeza y lo celebraba. Pero, fuera quien fuera el principal autor de aquellas falsedad, don Bosco apenas se enteró, estudió cómo prevenir las consecuencias, o apagar las llamas, como él decía, antes de que estallase el incendio, y alejar el temporal antes de caer el granizo. A tal fin se dirigió al Ministerio y pidió audiencia con el Ministro de Instrucción Pública, Miguel Amari, a quien debían presentar el famoso informe. Era un día del mes de junio. Obtenida con dificultad la audiencia hacia la caída de la tarde, tuvo lugar el siguiente diálogo, acompañado de un gracioso episodio. -En qué podría servirle, mi querido abate?, preguntó el Ministro. -Se me molesta constantemente con inspecciones, respondió don Bosco, e ignoro las razones. Ruego, por tanto, a S.E. me las diga. He sido siempre un ((**It7.449**)) súbdito fiel a mi Soberano, y si he cometido algún yerro, deseo vivamente saberlo, para poder evitarlo. (**Es7.384**))
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