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((**Es7.373**) todos pueden comprender que resultaría demasiado pesado referirlas. Esto no obstante nos lo recuerda una carta escrita a don Bosco, en los primeros días de mayo, por un canónigo de Niza, quizá el mismo que en 1858 debía hospedarle, cuando había pensado volver a Roma. Don Bosco le había recomendado al conde de CiriŠ1. ((**It7.435**)) Otra virtud de don Bosco, nunca suficientemente señalada, era su calma al tratar asuntos materiales. Ya hemos publicado bastantes cartas escritas por él, que confirman lo que decimos. Esta calma no se alteraba, ni siquiera cuando herían o defraudaban sus intereses, ni tampoco cuando le desilusionaban con la espera de un tiempo señalado para un remuneración, aun cuando se encontrase en serios apuros económicos. Su corazón no sentía el menor apego al dinero, pese a que no dejara de hacer valer su justo derecho, cuando se lo imponía la justicia. Esta justicia tendía siempre a impedir un daño para sus internados. Sin embargo, cada año se amontonaban sumas incobrables de pensiones reducidas al mínimo, que no eran pagadas por los padres o tutores, frecuentemente por desgracias sobrevenidas a la familias y también por mala voluntad. No obstante, los internos de buena conducta no eran enviados a sus casas. Consentía a veces en aceptar alumnos de instituciones y asociaciones civiles o benéficas que, de otro modo, habrían quedado abandonados, aun previendo tratos enojosos, negativas de pagos, peticiones 1 Distinguido y amabilísimo Señor mío: Le agradezco de todo corazón haberme dado la preciosa ocasión de conocer al señor conde de CiriŠ. No podía haberme recomendado V. S. un personaje más completo en todos los aspectos y mas digno de respeto. Siento, sin embargo, muchísimo tener que ausentarme por cuarenta días de Niza, lo que me impide tener el placer y el honor de ser útil durante ese intervalo al mencionado Conde. Trataré, no obstante, de compensarlo a mi regreso, ya que pienso estará a nuestro lado algunos meses. Entre demócratas, como nosotros, no debe haber misterios. El 20 del corriente, bajo los auspicios de la mística estrella del mar, zarparé otra vez de este puerto hacia la ciudad eterna. Apenas si hace diez neses que dejé Roma y el corazón me pide volver de nuevo. Me parece que ha pasado un siglo sin ver al Santo Padre y ya me tarda la hora de deleitarme con la dulcísima presencia de tan gran Pontífice. Cuando me postre a sus pies santísimos, imploraré una bendición especial para usted y para su casa, que tanto estimo y amo. Mil gracias por la estampa de san José, que conservo como precioso recuerdo de V.S. queridísima. Le ruego acepte a cambio la imagen de la Dolorosa, que le presento juntamente con los sentimientos más sinceros de mi perfecta adhesión y afecto, profesandome en el Señor. Niza, 4 del mes mariano, 1863. Su íntimo amigo C.° BARRAJA, Prot. Apost. P.S. Y por qué no podría tomarse unos días de vacación el próximo julio y venir a Niza a casa Barraja?. (**Es7.373**))
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