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El próximo lunes espero presentar al Santo
Padre a su recomendado. Le agradezco me haya dado
oportunidad de conocer a tan digno eclesiástico.
Me congratulo de la constante feliz prosperidad
de las obras de verdadera caridad que usted
promueve y sostiene en Turín. Ya que no puedo
contribuir de otro modo, pido al Señor que siempre
le bendiga. El Santo Padre se dignó hablarme con
gran afecto de su persona y, al contarle yo que el
canónigo Davicino había querido prestarme el
servicio de caudatario, el Santo Padre lo llamó:
Pro Bosco.
Siempre dispuesto a servirle en cuanto pueda
valer mi pobre persona, acepte la manifestación de
mi más sincera estima, con la que me repito.
De V.S.R.
Roma, 18 de abril, 1863.
Su seguro
servidor y buen amigo
P. Cardenal
MARINI
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Mientras tanto, el canónigo Lorenzo Gastaldi, que
había dejado la Congregación Rosminiana, acudía
con frecuencia a Valdocco para predicar allí los
domingos. Hacía mucho bien. Y, tras la invitación
y ruego de don Bosco, estuvo por espacio de dos
meses, yendo una vez por semana a dar clase de
sagrada elocuencia a los clérigos y sacerdotes. Su
enseñanza era muy útil por las ideas exactas y
claras que exponía.
Le gustaba, a veces, tratar de polémicas
religiosas. Durante sus misiones en Inglaterra
había tenido ocasión de profundizar sus estudios
sobre las actuales condiciones del protestantismo,
sobre el estrecho parentesto de la revolución y la
herejía, sobre la índole de los tiempos presentes
y sobre los males morales que afligen a la
sociedad moderna.
Clérigos y sacerdotes educadores, con el
asentimiento de don Bosco, visitaban
frecuentemente la casa del canónigo para recibir
de él orientaciones en los estudios teológicos,
para repasar moral y también para confesarse.
Estaban entre ellos don Juan Anfossi y don Domingo
Bongiovanni.
El canónigo Gastaldi mostraba gran benevolencia
hacia don Bosco y sus instituciones.
Por satisfacer los deseos de don Bosco, había
preparado el número de las Lecturas Católicas
correspondiente a mayo y junio: Datos históricos
sobre la vida del sacerdote Juan María Vianney,
párroco de Ars, por el sacerdote Lorenzo Gastaldi,
doctor en teología. Tenía un apéndice con muchos
pensamientos sobre las principales verdades de
nuestra santa religión, manifestados por aquel
siervo de Dios en sus catequesis y pláticas.
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