((**Es7.350**)((**It7.407**)) Turín,
9 de marzo, 1863.
Muy Reverendo Señor mío:
Debo participar a V. S. que el Señor Vicario
General, después de considerar atentamente el
asunto del clérigo Leggero, y, tenidas en cuenta
las informaciones según las cuales resulta que por
línea materna hubo casos de epilepsia, ha creído
que debe dejar de escribir a la S. R.
Congregación; puesto que, exponiendo las cosas en
toda su extensión, tendría ciertamente una
respuesta negativa, esto es, no deberse ordenar,
por estar sujeto a probables recaídas de
epilepsia, y siendo por tanto, irregular. Es por
consiguiente necesario, que V.S., con delicadas
maneras y buenas razones, persuada a dicho clérigo
que emprenda otra carrera más conveniente para él.
Yo lo siento muchísimo; sin embargo no puedo menos
de unirme al juicio del señor Vicario General y
soy del mismo sentir.
Ruego a V.S. que no deje de destinar, como en
años precedentes, a dos de sus clérigos para
servir en las sagradas funciones de la semana
santa en la catedral, deseando que sean de los más
expertos en ceremonias.
Ruego también a V.S. en nombre del Monasterio
del Buen Pastor que destine dos y si es posible
hasta tres clérigos, para el servicio de la misma
semana santa como ya hizo (con dos) en años
anteriores, avisándole que, como allí las
funciones se celebran temprano, dichos clérigos
podrán ir más tarde a ayudar en alguna otra
iglesia.
Le recuerdo que el miércoles por la tarde
empiezan los ejercicios para todos los clérigos de
Turín; procure que también sus alumnos asistan en
el mayor número posible, pues se conceden
vacaciones para este fin.
Entretanto, con el mayor aprecio se profesa.
Su
seguro servidor
AL.
VOGLIOTTI, Prov. General
PS. He pensado concurrir con algunas docenas de
ladrillos a la iglesia en honor de María Santísima
Auxilium Christianorum, cuando se comience.
Transcribimos esta carta porque nos recuerda
una de tantas curaciones repentinas operadas con
la bendición de don Bosco. A fines del 1861 había
llegado al Oratorio el clérigo Pedro Leggero,
procedente del Seminario de Bra. Enfermo de
epilepsia, por el gran susto ocasionado con la
caída de un rayo, tuvo que abandonar los estudios
por los frecuentes ataques ((**It7.408**)) de
aquella triste enfermedad. Sin embargo, él
mantenía aún en su corazón una viva confianza de
que el Señor le ayudaría y le libraría de su mal,
de modo que podría reanudar los estudios.
Presentóse al siervo de Dios, éste le aceptó en
casa y le dijo:
-Hagamos juntos una novena; reza tú y yo rezaré
también; ya verás cómo María Santísima nos concede
la gracia.
Después le bendijo. Y, a partir de aquel
instante, el buen clérigo comenzó a mejorar de tal
modo que, al poco tiempo, se encontró curado y
durante un año no hubo más señales de la grave
enfermedad.
Don Bosco estaba seguro de que la Virgen le
había concedido
(**Es7.350**))
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