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-Sin embargo el Delegado me autorizó los
actuales profesores para el año olástico en curso.
-El no puede hacer esto: tiene usted algún
escrito?
-Sí, he aquí una copia de su decreto.
-Pero si él no puede, repitió Gatti leyendo
varias veces, no puede, no puede; esto no es de su
competencia. Voy a escribirle enseguida reprobando
su abuso de poder. Es un ignorante y hay que
ponerle al corriente.
-Yo desconozco los límites de sus poderes,
concluyó don Bosco; pero sé que en los asuntos
escolásticos de la provincia de Turín, todos
tienen por jefe al Delegado Provincial de
enseñanza. Por consiguiente, de momento me retiro
a casa tranquilo, pero de todos modos, si V. S.
tuviera alguna orden contraria a este decreto, le
ruego tenga la bondad de advertírmelo para mi
norma.
Al ver la indignación de Gatti, don Bosco
entendió que podía temer de él cualquier dolorosa
sorpresa; así que al salir ((**It7.397**)) del
Ministerio fue inmediatamente al Delegado
Provincial, a quien contó todo. Este, al oír las
palabras de Gatti contra él, montó en cólera.
-Yo ignorante? comenzó a decir Selmi; yo
ignorante...? El sí que es un imbécil. Siempre le
suspendían en los exámenes, obtuvo el título de
profesor no por mérito, sino por gracia y
recomendación real. Alcanzó el puesto que ocupa a
fuerza de reverencias y cortesanías y se atreve a
llamar ignorantes a los demás: Pero dejemos de
lado todo esto. Don Bosco, vuelva tranquilo a su
casa. Al autorizar a sus maestros, hice lo que
podía y debía. Si alguien diera órdenes contra mi
aprobación, no tema, que ya sabré yo sacarle del
atolladero.
Como se ve, sucedió entonces todo lo contrario
de lo que acaeció entre Herodes y Pilatos, que de
enemigos se hicieron amigos. Gatti y Selmi, por el
contrario, se convirtieron en adversarios; pero
esta enemistad, no prevista ni queriada por don
Bosco, resultó, por divina disposición, de gran
utilidad para el Instituto, cumpliéndose lo de la
fábula: <>. Y el que
salió ganando fue el Oratorio. En efecto, Gatti
escribió varias cartas resentidas a Selmi y éste
le devolvió la pelota; pero, mientras los dos
funcionarios del Gobierno se tiraban de los pelos
entre sí, las escuelas de Valdocco marchaban hacia
adelante y el decreto de aprobación obtenía su
pleno vigor.
En cuanto a la admisión a los exámenes de
aptitud, don Bosco recibió una negativa del
Ministerio, basada en las fútiles razones ya
(**Es7.341**))
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