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las ofensas, él con santa destreza, desviaba la
conversación y contaba todo lo bueno que sabía del
culpable.
Cuando le pedían algo que no podía conceder,
salían de sus labios respuestas negativas, pero,
tan llenas de caridad y cortesía, que convencía a
los suplicantes de forma que muchos decían:
-Parece que don Bosco no sabe decir un no.
Y confesaban que preferían un no de don Bosco a
un sí de otros.Y muchos exclamaban:
-íQué bien trata don Bosco!
Todos quedaban satisfechos y partían llenos de
admiración.
Como no podía indicar un remedio inmediato para
ciertos males, desgracias, persecuciones o
discordias, consolaba, calmaba las penas. Don
Joaquín Berto le oyó repetir bastantes veces:
-El Señor es un buen Padre y no permitirá jamás
que seamos afligidos por encima de nuestras
fuerzas.
Si los atribulados recordaban las obras buenas
hechas y decían que Dios les había olvidado, don
Bosco exclamaba:
-íDios no olvida nada: todo lo pagará
abundantemente en el paraíso!
Otras veces decía a quien no era correspondido
en sus trabajos y fatigas por familiares y
subordinados:
-Recordad que el Señor paga non secundum
fructum, sed secundum laborem (no según el fruto,
sino de acuerdo con el trabajo). íEs mejor pagador
que los hombres!
Su paciencia para escuchar las necesidades del
prójimo no tenía límite y ello animaba a todos. a
volver cada vez que necesitaban un alivio. Era
ésta una tarea de las más importantes, con la que
don Bosco practicaba todas las obras de
misericordia espirituales, puesto que enseñaba a
los ignorantes, amonestaba a los pecadores,
consolaba a los tristes, y rogaba a Dios y a la
Santísima Virgen que bendijeran las almas y los
cuerpos de quienes, por su mediación, invocaban su
auxilio y Patrocinio.
No todos los visitantes se presentaban con
humildad ((**It7.27**)) y
cortesía; algunos le visitaban para quejarse
ásperamente de algún pretendido agravio recibido
de él o de los suyos y hasta se atrevían a
insultarlo y amenazarlo. Pero don Bosco los
trataba con tanta mansedumbre que siempre acababan
por marcharse reconciliados y amigos.
Otros, llenos de sí mismos, fácilmente
irritables, persuadidos de merecer toda
consideración, se dignaban exponerle sus proyectos
a fin de solucionar algún negocio, pidiéndole su
parecer. Y don Bosco(**Es7.34**))
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