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Pero, en medio de tanto motivos de aflicción,
tenemos también de qué consolarnos. Creció mucho
el respeto y la veneración de Vuestra Santidad
entre los buenos; se mantuvo y aumentó bastante,
aun entre los mismos adversarios de la fe. Esto es
debido a la conducta intachable, a las buenas
obras, a la firmeza de Vuestra Santidad. Omnia ad
majorem Dei gloriam. (Todo a la mayor gloria de
Dios).
La muerte, el destierro de bastantes obispos,
sembró el desaliento entre los menos fervorosos e
hizo ciertamente que el clero se uniese más entre
si, llevando exclusiva y directamente el
pensamiento al centro de la verdad, al Vicario de
Jesucristo. Los obispos siguen siempre unidos; el
clero de las otras provincias, flens dico, (lo
digo llorando) se ha desprestigiado en gran
número. El único consuelo ante este desastre es la
firmeza y la prudencia de los obispos con la que
lograron impedir la caída de muchos más y
consiguieron el arrepentimiento de otros. Diré
algo extraño, pero que juzgo verdad. En este
momento, parece que los obispos hagan más bien
desde el destierro y desde las cárceles, que tal
vez no harían en sus diócesis; porque, con su
testimonio, publican y defienden el principio de
la autoridad divina en su cabeza visible que es la
base de nuestra santa religión católica. Aunque
somos testigos de frecuentes expoliaciones de
lugares y personas sagradas, no obstante nada
faltó, hasta ahora, de cuanto se refiere al culto
divino. Se levantaron muchas iglesias o se van
restaurando. Solamente en Turín se están
construyendo cuatro iglesias destinadas a
Parroquias, una en honor de María Auxilium
Christianorum.
Y puesto que Vuestra Santidad tuvo ya otra vez
la gran dignación de oírme hablar de los
oratorios, contaré algo de los mismos. Son
actualmente cinco, en los que hay una
satisfactoria asistencia de jóvenes, que van a oír
la palabra de Dios y recibir los santos
sacramentos. El número de los que asisten en los
días festivos, pasa regularmente de tres mil. En
el oratorio de san Francisco de Sales encuentran
asilo, escuelas, y se reúnen jóvenes de todas las
partes de la ciudad en los días festivos. Los
internos de esta nuestra casa son setecientos, de
ellos quinientos cincuenta aspiran al estado
eclesiástico; todos los años llegan unos cuantos
al sacerdocio y marchan a distintos pueblos a
ejercer el santo ministerio.
Entre tanto, Beatísimo Padre, los jóvenes de
nuestro Oratorio siguen rezando por la
conservación de los preciosos días de Vuestra
Santidad y por el triunfo de la santísima madre
Iglesia. Todos los días se distribuye un
considerable número de comuniones; mañana y tarde
se elevan plegarias a la bienaventurada Virgen
Inmaculada; durante el día se hacen frecuentes
visitas al Santísimo Sacramento y todo para
implorar de la divina misericordia que se digne
mitigar los males que, desde varios años, se hacen
sentir gravemente en nuestros pueblos, y renueve
los hermosos días de paz para la Iglesia y para el
mundo.
Mas, a pesar de todo, Beatísimo Padre, hemos de
hacer todavía el gran camino per ignem et aquam,
(a través del fuego y del agua), y este viaje que
parecía lejano, ahora está muy próximo. Vuestra
Santidad secunde la gran inspiración que Dios
sugiere a su corazón proclamando por todas partes
la veneración al Santísimo Sacramento y la
devoción a la Virgen bienaventurada, que son las
dos áncoras de salvación para la pobre humanidad.
Muchos fieles ruegan por Vos, Beatísimo Padre,
para que, en el tiempo de la prueba, la Santísima
Virgen le sirva de seguridad y apoyo; y Jesús
sacramentado le libre de los peligros.
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Habiendo tenido el gran consuelo de hablar por la
presente con Vuestra Santidad, ruego compadezca
benignamente el atrevimiento al que me lanzó el
gran afecto que aquí sentimos por su sagrada
persona.
Dígnese, en fin, añadir aún un rasgo de
especial bondad, impartiendo su santa
(**Es7.333**))
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