((**Es7.32**)
La señora contesto:
-Mil veces la voluntad de Dios.
-Pues bien, haga como le he dicho y esté
tranquila.
Entonces ella le dio las gracias y decía, al
partir:
-Ahora estoy contenta.
Hechos semejantes sucedían todos los días.
Mas no todas las visitas eran importantes y
expeditivas; sin embargo, don Bosco no se
lamentaba del fastidio que con frecuencia le
causaban muchas personas ignorantes, charlatanas,
sin educación y, a veces, excesivamente pesadas,
que no estaban conformes con nada; él no despedía
jamás a nadie, por pesado e inoportuno que fuera.
Se le oyó repetir cuatro o cinco veces ((**It7.24**)) lo
mismo, a quien no le comprendía, y decírselo la
última vez con la misma paciencia que la primera.
De la misma manera se comportaba con quienes iban
a estorbarle sin motivo alguno o a pedirle su
parecer sobre cosas de ningún valor o
extravagantes. Ya era una madre que le contaba las
infantiles valentías de su bebé; ya un enfermo que
le repetía el proceso detallado de su enfermedad,
ya un procesado que le describía las
particularidades de su pleito. Don Bosco
escuchaba, preguntaba, pedía explicaciones, dando
así facilidad a quien deseaba prolongar su
conversación. Manifestaba su interés por cuanto le
comunicaban como si se tratase de algo suyo,
personal, y hallaba siempre una palabra de
alabanza y estima para cada persona. Sabía también
cambiar las conversaciones inútiles y frívolas por
otras referentes al alma y así se servía de su
importunidad para alcanzar un gran bien. Sus
consejos producían siempre buenos frutos; cada
palabra suya era una sentencia que permanecía
impresa y resultaba espontánea y graciosa.
Puede decirse que poseía el arte de convertir
en oro de amor de Dios todo lo que decía y oía de
los demás. Baste el hecho siguiente.
Presentáronse dos hombres a pedirle unos
números para jugar a la lotería, persuadidos de
que les daría los de la suerte. Buscó él
distraerles con varios razonamientos, pero ellos,
impacientes, porque daba largas a la cuestión, le
interrumpieron:
-íNo es eso lo que queremos! Deseamos nos diga
a qué número hemos de jugar para ganar el premio.
-Entonces les dijo:
-Incluid estos tres números: cinco, diez y
catorce.
Diéronle gracias la mar de satisfechos y ya
iban a marcharse enseguida cuando don Bosco les
dijo:
-Esperad que os dé una explicación.
-No hace falta ninguna.(**Es7.32**))
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