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postrado y medio muerto. No me apuré por esto,
antes al contrario me alegré, porque sabía que
ordinariamente cuando el Señor está para
manifestarme alguna cosa, lo paso muy mal la noche
anterior. Proseguí por tanto mis habituales
ocupaciones en el pueblo de Borgo Cornalense y el
sábado por la tarde llegué entre vosotros. Después
de confesar me fui a dormir, y debido al cansancio
motivado por las pláticas y las confesiones de
Borgo, y lo poquísimo que había descansado la
noche precedente, me quedé dormido. Y aquí
comienza el sueño que me ha de servir para daros
el aguinaldo.
Mis queridos jóvenes, soñé que era un día
festivo, a la hora del recreo después de comer y
que os divertíais de mil maneras. Me pareció
encontrarme en mi habitación con el caballero
Vallauri, profesor de bellas letras. Habíamos
hablado de algunos temas literarios y de otras
cosas relacionadas con la ((**It7.357**))
religión. De pronto, oí a la puerta el tantán de
alguien que llamaba.
Corrí a abrir. Era mi madre, muerta hace seis
años, que me decía asustada:-Ven a ver, ven a ver.
-Qué hay?, le pregunté.
Y sin más, me condujo al balcón desde donde vi
en el patio en medio de los jóvenes un elefante de
tamaño colosal.
-Pero cómo puede ser eso? exclamé. íVamos
abajo!
Y lleno de pavor miraba al caballero Vallauri y
él a mí como si nos preguntásemos la causa de la
presencia de aquella bestia descomunal en medio de
los muchachos. Sin pérdida de tiempo bajamos los
tres a los pórticos.
Muchos de vosotros, como es natural, os habíais
acercado a ver al elefante. Este parecía de índole
dócil; se divertía correteando con los jóvenes;
los acariciaba con la trompa; era tan
inteligente,que obedecía los mandatos de sus
pequeños amigos como si hubiese sido amaestrado y
domesticado en el Oratorio desde sus primeros
años, de forma que numerosos jóvenes le
acariciaban con toda confianza y le seguían por
doquier. Mas no todos estabais alrededor de él.
Pronto vi que la mayor parte huíais asustados de
una a otra parte buscando un lugar de refugio, y
que al fin penetrasteis en la iglesia.
Yo también intenté entrar en ella por la puerta
que da al patio, pero al pasar junto a la estatua
de la Virgen, colocada cerca de la fuente, toqué
la extremidad de su manto como para invocar su
patrocinio, y entonces Ella levantó el brazo
derecho. Vallauri quiso imitarme haciendo lo mismo
por la otra parte y la Virgen levantó el brazo
izquierdo.
Yo estaba sorprendido, sin saber explicarme un
hecho tan extraño.
Llegó entretanto la hora de las funciones
sagradas y vosotros os dirigisteis todos a la
iglesia. También yo entré en ella y vi al elefante
de pie al fondo del templo, cerca de la puerta.
Se cantaron las Vísperas y después de la
plática me dirigí al altar acompañado de don
Víctor Alasonatti y de don Angel Savio para dar la
bendición con el Santísimo Sacramento. Pero en el
momento solemne en que todos estaban profundamente
inclinados para adorar al Santo de los Santos, vi,
siempre al fondo de la iglesia, en el centro del
pasillo, entre las dos hileras de los bancos, al
elefante arrodillado e inclinado, pero en sentido
inverso, esto es, con la trompa y los colmillos
vueltos en dirección a la puerta principal.
Terminada la función, quise salir
inmediatamente al patio para ver qué sucedía;
pero, como tuviese que atender en la sacristía a
alguien que me quería comunicar una noticia, hube
de detenerme un poco.
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