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-Te lo agradezco; así está bien; ya no pienso
más en nada.
Volvió a casa y puso todo en orden, como quien
está seguro de partir para la eternidad. Estaba
perfectamente bien. Cuando he aquí que,
transcurrida una corta semana, se vió obligado a
acostarse y, a poco, llegó el fin de sus días.
Ante la dolorosa noticia, recibida en la tarde del
día 11 de diciembre, don Bosco alquiló
inmediatamente un coche y marchó a I Becchi para
asistirle, acompañado del alumno Francisco Cuffia.
Apenas entró en la habitación del enfermo, éste le
preguntó:
-Don Bosco, qué me traes de Turín?
Y le contestó:
-Te traigo el Reino de Dios.
Le asistió hasta los últimos momentos. Tuvo el
consuelo de administrarle los auxilios de la
religión y José, serenamente, como un santo, pasó
de los brazos del hermano a los de Dios, el 12 de
diciembre de 1862.
Todavía se conserva en I Becchi su retrato,
dibujado por Tomatis, con perfecto parecido.
Don Bosco se encargó de los hijos del
primogénito de José ((**It7.341**))
proporcionándoles en sus colegios una instrucción
y educación adecuada a su estado; el hijo resultó,
como su padre, un buen campesino y de las cinco
hijas, tres se consagraron al Señor como Hijas de
María Auxiliadora, una se casó y la otra murió
joven.
El otro sobrino, Luis, educado en el Oratorio y
vuelto a la casa paterna para cuidar los campos,
no quiso adaptarse a aquella vida trabajosa. Como
deseaba emprender una carrera civil, su padre lo
mandó a estudiar a una ciudad vecina y llegó a ser
escribano del juzgado. Don Bosco no dejó nunca de
aconsejarle y de darle alguna vez las convenientes
reprensiones, cuando vió que no cumplía con los
deberes de buen cristiano; mas no quiso nunca
ayudarle en nada, afirmando que no contaba con
medios para tal fin.
Al volver don Bosco de Castelnuovo vio
satisfecha por la Curia una petición muy deseada.
El párroco de San Simón y San Judas, bajo cuya
jurisdicción estaba el Oratorio, había escrito al
Vicario Capitular.
El párroco, abajo firmante no tiene objeciones
en contra para que el Ilustrísimo y Reverendísimo
Superior Eclesiástico, mientras en su prudencia lo
juzgue para mayor bien, conceda al Oratorio de
Valdocco, bajo la denominación de San Francisco de
Sales, la facultad de conservar y administrar los
Santos Oleos: solamente desearía que, a la gracia
implorada, se unieran las siguientes condiciones:
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