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a estarse un poco más. A veces, el cortés
visitante advertía que muchos aguardaban en la
antesala para entrar.
>>-Tengan paciencia, respondía don Bosco: yo
soy como aquel barbero que dice a la gente que
llega: -íEspere, espere! íEsto se acaba enseguida!
íUn momento! -mas después cumple su oficio con la
máxima calma, como si nadie esperase.
>>-Caramba, añadía, quien paga tiene derecho a
ser servido y estaría bueno que el barbero, por
afeitar demasiado aprisa ((**It7.20**)) lo
hiciese mal; y peor aún, si con las prisas cortara
a derecha e izquierda.
>>La sencillez iba unida en él a un alto
sentimiento del deber y prolongaba la conversación
mientras el asunto no estuviese convenientemente
acabado.
>>Su diálogo era agradabilísimo. Entremezclaba
con gracia el chascarrillo y la anécdota. Y el
donaire venía siempre acertado; para que produjese
su efecto, acostumbraba a decir que aquellas
anécdotas le habían ocurrido a él o que las había
aprendido de don José Cafasso, del teólogo Guala,
del teólogo Borel o de unos y de otros. El
cuentecito y el ejemplo era el modo que utilizaba
para causar una impresión más viva y profunda,
pero lo más importante era que se ajustaba como
anillo al dedo. Sabía tratar con gracia, de modo
que nadie pudo reprocharle por ser menos delicado
y prudente. Hasta los dentistas, decía, deben
emplear buenas maneras; de lo contrario ípobre
clientela!
>>Había en don Bosco una característica
respetuosa, bondadosa, afectuosa, la cual no le
impedía sacar buen partido hasta de los de
colmillo retorcido.
>>-Pescadores, ladrones y carteristas, decía a
veces chanceando, son una sola cosa; pero todo
pasa y puede pasar cuando se trata de las almas.
>>Y ícómo se las arreglaba en estas pescas
milagrosas! No es fácil imaginar la fuerza de sus
expresiones, que él sabía aplicar con destreza e
intuición maravillosa. Era Dios quien hablaba por
él? Era la experiencia la que le sugería un buen
pensamiento para cada uno?
Lo cierto es que, desgranando despacito, una
palabra tras otra, sacaba la máxima de un santo
Padre, dicha a la buena, con ponderación y sin
jactancia. Era una llamada sobre la necesidad de
buenas confesiones, acerca de la devoción a María
Santísima, sobre el paraíso, y tan llena de amor
divino, que bastantes afirmaron haberles sucedido
como acontece a los que se encuentran con santos;
es decir, que al separarse de él cada uno sentíase
((**It7.21**))
mejor, ya fuese hijo del pueblo, persona
constituida en dignidad, seglar o
eclesiástico>>.(**Es7.29**))
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