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de los maestros y la clase que atienden y yo
expediré inmediatamente el necesario decreto de
aprobación.
-Se lo agradezco de corazón, señor Comendador,
y guardaré profunda gratitud por tal favor. Pero
antes de despedirme, quisiera pedirle un favor y
es que se digne tomar a mis muchachos bajo su
protección, y que, un día u otro, venga a
honrarnos con su presencia. Estoy persuadido de
que V.S., amante como es de los pobres,
experimentará una gran satisfacción al contemplar
allí reunidos a un millar de los más necesitados
de ellos.
Estas palabras de don Bosco llegaron al alma de
Selmi, que mirándole con ojos de complacencia,
dijo:
-Querido don Bosco, usted es un ángel en la
tierra. Le doy mi palabra de que, en adelante,
haré cuanto yo pueda en favor de sus muchachos y
que pronto visitaré su Instituto con mi familia.
Espero también que en el porvenir nuestras
conversaciones tendrán mejor talante que el de
esta primera. Estoy contento de haberle conocido y
tratado. Nos hemos entendido y nos despedimos
hasta tener el gusto de volvernos a ver.
Así concluyó, gracias a Dios, la citada visita,
que amenazaba en un principio doloroso desenlace.
Desde entonces, el delegado Selmi, convencido del
bien que el Oratorio prestaba a la gente pobre,
siempre lo trató con mucha bondad y lo favoreció
hasta donde alcanzaban los límites de su
autoridad.
((**It7.327**)) En
llegando a casa, don Bosco envió la demanda formal
para la aprobación de los maestros, de acuerdo con
las anteriores aclaraciones.
Ilmo. Sr. Delegado:
Respetuosamente expongo a V.S. Ilma. que,
deseoso de promover la enseñanza secundaria entre
la clase popular menos acomodada he iniciado los
cursos de bachillerato para los muchachos pobres
internados en esta casa, con el fin de dar
estudios a unos y un arte u oficio a otros, como
medio para ganarse honradamente el sustento. En el
pasado siempre se uniformaron las enseñanzas a los
programas y disciplinas estatales. Pero, ahora,
deseando obtener reconocimiento oficial de estas
escuelas, acudo a usted, Ilmo. Sr. Delegado,
respetuosamente a fin de que sean aprobadas como
Instituto privado, de acuerdo con el artículo
doscientos cuarenta y seis de la ley de
Instrucción Pública.
La enseñanza seguirá los programas y
disciplinas oficiales, conforme al artículo
mencionado, tal y como se ha practicado hasta
ahora.
Respecto a los maestros propongo, para el 1.°
de bachillerato, al sacerdote Víctor Alasonatti,
diplomado para el 4.° de latín, según la anterior
nomenclatura.
Para la aritmética al sacerdote Angel Savio,
profesor diplomado para la cuarta elemental.
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