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como Regentes y se les conceda la facultad de
presentarse al examen en la sección de Letras de
esta Regia Universidad.
Ellos han cursado regularmente sus estudios de
bachillerato y universitarios, y a juicio de sus
profesores están preparados para sufrir el examen,
al que piden ser admitidos.
Este es el favor que pido a Su Excelencia,
favor que será un verdadero estímulo y en cierto
modo una compensación para estos beneméritos
maestros, y al mismo tiempo un nuevo beneficio,
que con gratitud recordará esta casa, que
solamente se sostiene gracias a la beneficencia
privada y pública.
Que Dios derrame sus abundantes bendiciones
sobre Su Excelencia y sobre todos los que trabajan
por la educación e instrucción de la juventud,
mientras tengo el alto honor de poderme profesar,
con la más sincera gratitud,
De Su Excelencia.
Turín, 11 de noviembre de 1862.
Seguro
servidor,
JUAN BOSCO,
Pbro.
((**It7.319**)) Su
carta no recibió contestación. Intentó entonces
obtener una audiencia con el Ministro de
Instrucción Pública, profesor Carlos Matteucci,
Senador del Reino, mas no la consiguió.
Uno de aquellos días se le oyó a don Bosco
hacer esta verídica observación:
-El Oratorio de San Francisco de Sales nació a
bastonazos, creció a palos y en medio de golpes
prosigue su vida.
En efecto, con ocasión de los malos tratos y
los cañazos del sacristán de San Francisco de Asís
en Turín a un pobre muchacho, inició don Bosco la
obra de los Oratorios en favor de la juventud
abandonada y en peligro. Cuando esta misma obra,
gracias a su solicitud y a la caridad de los
biehechores se iba desarrollando, fue combatida y
perseguida por personas privadas y públicas hasta
el punto de que, como ya hemos referido, estuvo en
un tris de extinguirse. De entonces acá, a
intervalos más o menos cortos, no le faltaron
asaltos ni otros adversarios más audaces y
poderosos.
Pero don Bosco solía decir a algunos de los
suyos, desanimados frente a tantas dificultades y
persecuciones:
-No dudemos por nada; he experimentado que
cuanto más me faltan los apoyos humanos, tanto más
pone Dios el suyo.
Otras veces decía:
-En las pruebas más duras se requiere gran fe
en Dios.
A menudo repetía esta invocación:
-Si la obra es vuestra, Señor, Vos la
sostendréis; si la obra es mía, estoy contento con
que se desmorone.
Mientras tanto, el 1 de diciembre anunciaba
Rattazzi a la Cámara
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