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Excelencia:
Respetuosamente expongo a V.S. Ilma. cómo,
con el vivo deseo de proporcionar la enseñanza
media a la clase menos acomodada del pueblo, he
abierto, hace algunos años, además de las clases
elementales que se dan a los muchachos pobres, una
pequeña sección para el bachillerato.
Falto de rentas fijas, y dado que generalmente
los muchachos asistentes están gratuitamente
atendidos o con una muy módica pensión, no habría
podido proseguir esta Obra sin la ayuda material y
personal de los demás.
Cuatro jóvenes bastante instruidos vinieron en
mi ayuda y aceptaron gratuitamente el peso de
enseñar en las distintas clases.
Sus nombres son:
El sacerdote Juan Bautista Francesia, hijo de
Santiago, natural de San Giorgio, estudiante del
segundo año de teología, para el quinto curso.
El clérigo Francisco Cerruti, hijo de Luis,
natural de Saluggia, estudiante de cuarto año de
teología, para el cuarto.
El clérigo Celestino Durando, hijo de
Francisco, natural de Farigliano, estudiante de
cuarto año de teología, suplente del quinto y
maestro del segundo.
El clérigo Juan Bautista Anfossi, hijo de Luis,
natural de Vigone, estudiante del cuarto año de
teología, suplente del cuarto de bachillerato y
maestro del segundo.
Los resultados obtenidos fueron tan
satisfactorios como no se puede imaginar. Su
solicitud, su celo fueron siempre dignos de
alabanza por encima de todo. Estos beneméritos
regentes, a la par que cumplían con sus deberes de
maestros, encontraron forma y manera para
frecuentar las clases de literatura griega, latina
e italiana en nuestra Regia Universidad.
((**It7.318**)) La
disciplina observada en nuestras escuelas ha
corrido parejas con las disposiciones oficiales y
siempre se siguieron los programas publicados por
el Ministerio para el Bachillerato. Los Delegados
reales de estudios, los Inspectores y otros
insignes Profesores se complacieron en visitar
varias veces nuestras clases y siempre quedaron
satisfechos de ellas.
Su Excelencia el Ministro de Instrucción
Pública ha visto también con bondad este esfuerzo
de difusión de la enseñanza media entre los
muchachos menos acomodados, pero dignos de ser
tenidos en cuenta por su talento y su virtud; ha
pronunciado en varias ocasiones palabras de
aliento para mí y para los maestros de las clases,
ha proporcionado subsidios económicos, y en
ocasiones escribió cartas benévolas asegurando que
estaba dispuesto a favorecer estas escuelas con
todos los medios a su alcance. Pero el mismo señor
Ministro me ha animado muchas veces a estudiar la
manera de poner al frente de las respectivas
clases maestros diplomados, a fin de que, decía
él, pueda este Ministerio ayudar más regularmente
con medios materiales y morales.
Para secundar dicho deseo del señor Ministro,
esto es, de poseer maestros titulados para la
enseñanza, se atendieron ya todas las clases
elementales, gracias a los exámenes realizados por
ciertos jóvenes de esta misma casa, algunos de los
cuales son maestros por los pueblos, y otros
continúan como maestros patentados prestando
gratuitamente su labor en favor de los muchachos
pobres que asisten a estas escuelas. Queda todavía
por cumplir la sugerencia del señor Ministro
respecto a las clases de bachillerato: y
precisamente por esto suplico humildemente que
dichos beneméritos maestros, aprobados
indirectamente por el Ministerio, sean
considerados
(**Es7.275**))
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