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demás. A la mañana siguiente, al despedirse, le
tomó de la mano y dándole gracias afectuosamente,
mientras el otro repetía sus excusas, le dijo:
-Mire, a don Bosco no hay que pedirle excusas,
pero aprendamos la lección de todo lo que nos
sucede. Si nada tenemos, no demos nada; ((**It7.312**)) si
tenemos poco, demos poco; si tenemos mucho, demos
lo que parezca necesario; pero dejémonos guiar por
la caridad, la cual, en fin de cuentas, siempre
resultará ventajosa para nosotros.
Cuando don Bosco llegó a Bra, tomó con don
Angel Savio el tren para volver a Turín y, después
de haber rezado y leído alguna carta, quiso contar
a su compañero un suceso ameno que le había
ocurrido algún tiempo antes en aquella misma
línea. Había oído hablar muchas veces de cierta
condesa, persona muy rica y religiosa, y deseaba
ganársela para que le ayudara en sus obras; pero
las circunstancias habían impedido trabar amistad
con ella. Padecía ésta de una excusable debilidad
femenina. Se molestaba enormemente sólo con que
alguien se refiriese a su avanzada edad: y, como
tenía una hija que pasaba de los treinta años, le
resultaba algo insoportable oírse llamar la
Condesa Vieja.
Sucedió un día que, habiendo don Bosco tomado
el tren, se encontró en el mismo compartimento con
la tal condesa. A solas con sus pensamientos,
sentóse sin advertir su presencia. Mas ella,
apenas se puso el tren en movimiento, le dijo:
-Perdone: no es usted don Bosco?
-Para servirle, señora. Con quién tengo el
gusto de hablar?
-Soy la condesa X...
Entonces don Bosco añadió:
-íQué suerte encontrarla! Y su madre, la señora
Condesa, cómo está?
-Mi madre? Hace mucho tiempo que se la llevó el
Señor consigo.
-Cómo es eso? Hace pocas semanas, supe que
estaba muy bien.
-Sufre usted un error, sabe? Seguramente me
confunde con mi hija. íYo soy la Condesa Madre!
Don Bosco replicó:
-De veras? Está usted tan llena de vida y tiene
tan buen aspecto, que es comprensible la
equivocación.
-íQué dice! Añadió la Condesa sonriendo, con
visible complacencia; me mantengo lo mejor que
puedo; nunca he ((**It7.313**)) llevado
una vida desordenada y, por eso, gozo de perfecta
salud.
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