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Don Bosco acompañaba la instancia del Clérigo
con el siguiente certificado:
El que suscribe declara que el clérigo Domingo
Ruffino, natural de Giaveno, que mora en esta casa
hace siete años, observó siempre laudable
conducta. Se prestó siempre con todo celo para
enseñar catecismo y dar clase a los muchachos
pobres que acuden a este Oratorio y ayudó a la
casa con la asistencia prestada, y que todavía
presta, a los muchachos internos y aprendices en
los diversos talleres de este establecimiento, con
provecho moral y material de los alumnos. En medio
de sus serias ocupaciones, siempre encontró tiempo
para distinguirse entre sus compañeros en los
estudios y alcanzó calificaciones de elogio en sus
exámenes.
Por estos motivos se recomienda a su reconocida
clemencia para que se vea favorecido en su
demanda, tanto más que el favor concedido al
suplicante sería útil para todos los pobres
jóvenes de esta casa.
Turín, 29 de octubre 1862.
JUAN
BOSCO, Pbro., Director
Sus preocupaciones resultaban beneficiosas para
la diócesis de Turín. Don José Rocchietti se quedó
en el Oratorio durante un año, después de la
ordenación, pero tuvo que salir de él por su
delicada salud. A pesar de ello, volvió por el
amor que profesaba a don Bosco, se inscribió en la
Pía Sociedad, y permaneció en ella mientras se
necesitó de su trabajo. Confesaba a los muchachos
y predicaba la instrucción dominical de la tarde.
Era admirable la sencillez y el orden de sus
pláticas. Al no poder adaptarse a la vida común,
por la creciente dureza de sus males, se vio de
nuevo obligado a retirarse con el permiso de don
Bosco y a inscribirse en el clero diocesano. La
Curia le envió en diciembre de 1862 al Seminario
Menor de Giaveno, como director espiritual. El
Oratorio había dado un apóstol a la diócesis. Fue
después destinado a la pequeña parroquia de San
((**It7.309**)) Gilio,
en la que estuvo muchos años como párroco
celosísimo y donde también promovió las vocaciones
eclesiásticas. Acabó sus días santamente, pocos
meses después de haber entrado en el noviciado de
los Lazaristas de Chieri.
Cuando don José Rocchietti dejó el Oratorio,
don Bosco encargó a don Juan Cagliero de la
plática dominical de la tarde. Este comenzó su
predicación en la fiesta de Todos los Santos y la
conmemoración de los fieles difuntos con tal éxito
que demostró ser un valioso orador. Continuó
desarrollando esta labor todas las tardes de los
domingos, hasta partir para las misiones de la
República Argentina. Durante los tres primeros
años, de acuerdo con la costumbre general del
Piamonte, predicó en dialecto; después, cuando don
Bosco prescribió que se abandonase el dialecto en
el Oratorio, empleó la lengua
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