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abandonados, a quienes no se puede atender, lo
mismo que ese Ministerio se encontró varias veces
en el mismo caso.
El que esto expone, movido por el vivo deseo de
proveer a tal necesidad, desearía abrir un
internado junto a esta casa, pero con un
reglamento y disciplina propios y distintos de los
empleados con estos muchachos, que ya son
mayorcitos.
En dicho internado se recogerían muchachos de
seis a doce años. En él se prepararían con una
instrucción y educación conveniente para el arte u
oficio al que se sintieran más inclinados y que
fueran más compatibles con su condición.
Al llegar a los doce años pasarían al Oratorio
de San Francisco de Sales.
La principal dificultad está en encontrar
medios para las primeras instalaciones, por lo que
pediría a ese Ministerio un préstamo de cinco mil
liras, que se pagaría con los niños pobres que
fueran enviados al mismo por ese Ministerio.
La cantidad calculada se limitaría a 65
céntimos diarios por cada muchacho, comprendida
enseñanza, comida, vestido y asistencia.
((**It7.299**)) El
Gobierno no pagará más que 40 céntimos diarios; y
bastarían veinticinco muchachos para cubrir la
deuda contraída con él.
Su Excelencia, que tanto ama y promueve el
progreso moral de la
juventud pobre, agradecerá el presente proyecto
que usted mismo podrá modificar a su gusto.
En todo caso, ruégale el que esto expone quiera
dispensar benigna indulgencia a esta molestia,
asegurándole que le ha llevado a ello únicamente
el deseo de hacer el bien a sus semejantes.
Con el mayor aprecio, tiene el honor de
profesarse de S. E.
Turín, 2 de octubre 1862.
Su humilde
y seguro servidor
JUAN BOSCO,
Pbro.
Probablemente don Bosco estaba persuadido de
que su proyecto no sería tomado en consideración,
como en efecto no lo fue; pero su petición iba
dirigida a un Ministro que le profesaba muchísimo
aprecio y siempre había protegido sus Oratorios y
su internado. No se trataba, pues, más que de la
exposición de unos pensamientos, que él sabía
ciertamente no serían criticados. Así como, en
muchas ocasiones, se veía obligado a no aceptar
muchachos pobres recomendados por el Ministerio y
a no poder atender sus repetidas instancias,
porque no habían alcanzado la edad prescrita por
el reglamento; así proponía un medio fácil para
posibilitar la aceptación de aquéllos que, por
varios motivos, no podían juntarse con los demás
alumnos mayores. Como ya hemos narrado, había
cedido al maestro Miglietti un apartamento, en la
casa Bellezza, tomada por él en arriendo: podía
añadir a éste otras habitaciones y de este modo
comenzar la ejecución de su plan. Para el cuidado
de los alumnos ya contaba con algún asistente
clérigo o seglar. Al mismo tiempo, y sin
parecerlo, don Bosco ponía las condiciones para la
pensión a pagar por aquellos muchachos con menos
de doce años; y el resultado fue
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